Delitos sexuales: una de cada cuatro víctimas, es un niño
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Se ha dicho en todos los tonos posibles: las agresiones de carácter sexual constituyen un hecho intolerable, no importa quién sea la víctima. Pero cuando el ataque lo sufre una niña o un niño el hecho tendría que provocar una reacción generalizada, no solamente para rechazar el hecho concreto, sino para evitar que se sume una nueva víctima.
Porque algo está muy mal en una sociedad que no condena de forma inequívoca tales conductas y con ello envía un mensaje de indiferencia que solamente contribuye a que la estadística funesta de las agresiones sexuales siga creciendo.
El comentario viene al caso porque a nivel nacional -y Coahuila no es la excepción- las denuncias que se registran ante el Ministerio Público, derivadas de agresiones sexuales, no hacen sino aumentar.
De acuerdo con el reporte que publicamos en esta edición, a partir de las cifras que publica el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en los cinco primeros meses de 2022 el número de carpetas de investigación abiertas por delitos sexuales, en Coahuila, ha superado la estadística registrada para el mismo período del año pasado.
Lo peor del caso es que, de acuerdo con tales números, en uno de cada cuatro casos la víctima es una niña o un niño cuya vida queda marcada por el episodio y, en casos como el de la pequeña Valentina, que por desgracia hemos reseñado recién, terminan en una tragedia aún mayor.
Aún más: la mediatización de casos como el de Valentina, y la indignación social que el mismo provocó, no parecen alzarse como un disuasor eficaz para quienes carecen de los resortes morales para refrenar sus impulsos.
La prueba trágica de esta afirmación la encontramos en el caso de José Rosendo “N”, quien ayer fue detenido en la colonia Analco, en el municipio de Ramos Arizpe, luego de haber sido denunciado como presunto responsable de tocamientos a un menor de 15 años, en su propio domicilio.
El imputado, un adulto de 67 años, quien es conocido por ser árbitro de fútbol en el gimnasio municipal de la vecina población, habría sido sorprendido por la madre del menor, quien lo denunció ante las autoridades.
¿Cuántos casos más como los señalados ocurren cotidianamente en nuestras comunidades, pero no son denunciados? Imposible saberlo porque en éste, como en otros delitos, existe lo que se conoce como “cifra negra”, es decir, un conjunto de episodios que no se denuncian porque las víctimas prefieren guardar silencio debido a la desconfianza en las autoridades o el temor a la estigmatización derivada de la publicidad del hecho.
Estamos ante un fenómeno que debería disparar todas las alarmas entre nosotros y tendría que movernos a reaccionar de forma indubitable en defensa de los integrantes más indefensos de la comunidad: nuestros hijos. La estadística, que no hace sino crecer, no puede mantener su dinámica creciente. ¿Qué nos hace falta para reaccionar?