Desastre en Sabinas... ¿A quién están rescatando?
Se cumplen hoy dos semanas de la tragedia.
Horas más, horas menos, habrán transcurrido hoy, en algún momento, 14 días desde el colapso y consecuente inundación de la mina de carbón que embargó la vida de diez trabajadores y volvió a poner en triste relieve el nombre de Coahuila en el plano mundial.
Hay toda una serie de anomalías, inconsistencias y contradicciones en la mera cobertura noticiosa de este desastre, así que ya podrá imaginarse las irregularidades que plagan la tragedia en sí.
Pero comencemos por evaluar la pura información a la cual hemos tenido “acceso”:
Los medios han preferido llamar genéricamente al lugar siniestrado simplemente “la mina”, en la mayoría de las ocasiones. Y es que al parecer no existe un consenso sobre el nombre o razón social de este sitio. Ya le llaman “Las Conchas”, “Pinabete”, “Mina de la Agujita”. La versión que usted tenga debe ser la mejor. Aquí lo preocupante es que las investigaciones periodísticas no han unificado un detalle tan simple, pero tan elemental como el nombre del sitio donde ocurrió el desastre.
Y si no identificamos a la mina por su nombre legal, menos habremos de conocer la identidad de la parte directamente responsable de esta desgracia, la del propietario o de los dueños de esta mina.
Es increíble, inexplicable cómo el nombre de los principales involucrados ha brillado por su ausencia desde el día uno. Y usted quizás piense que ello obedece a una falta de oficio o rigor de quienes han reportado los acontecimientos, pero es imposible que hayan resultado todos incompetentes y coincidan precisamente en la cobertura noticiosa más relevante del año, al menos para nuestra entidad.
La confusión, la diversidad de versiones, la falta de precisión, la ausencia de datos duros, impera cuando de lo que se trata es de ocultar la verdad.
El viernes (12 de agosto), el presidente López Obrador acusó que los mineros atrapados habían sido dados de alta en el Seguro Social hasta después de ocurrido el desastre.
Pero como suele ser, tratándose de López Obrador, sólo se trataba de una presunción: “Si es cierto”, dijo, “es un plan con maña para castigar al que aparece inscribiendo a los los trabajadores en el Seguro y no a los concesionarios”. AMLO nuevamente, acusando fantasmas, redes de corrupción e intereses por encima de la ley, al tiempo que admite su total incapacidad y la de su administración para ubicar a un responsable para fincarle cargos formalmente.
Otro de los golpes efectistas del Presidente fue el señalar a Vicente Fox, pues habría sido durante su administración que se otorgaron las concesiones para la explotación de este pozo sin nombre ni dueños.
El señalamiento desde luego hizo aullar de júbilo a la hinchada lopezobradorista. “¡Tenían que ser, los conservadores y su nefasto régimen, los que estuvieran detrás de esta desgracia!”.
Pero habría que tener realmente muy chato el juicio y corto el intelecto para transferir esta responsabilidad dando un brinco de tres sexenios, como si no existieran de por medio regulaciones y leyes vigentes que observar en todo momento. Pero Fox ya salió a relucir en el caso, gracias a la mención gratuita de AMLO, a quien dicho sea de paso, en su refranera sabiduría le encanta recordarnos que la mentira, cuando no mancha tizna.
Otra importante omisión informativa, importante y sobre todo anómala, fue la identidad de los mineros atrapados.
Piénselo por un instante y recuerde otras tragedias (odiaría decir que “similares”, pero al menos que hayan despertado un interés mediático parecido). Lo primero que hacen los medios es familiarizarnos con los nombres y rostros de las víctimas, quizás en un afán poco ético de explotar el sentimentalismo de los espectadores, o quizás como un requisito mínimo indispensable para considerar que una cobertura está completa, pero no en esta ocasión. Tuvo que pasar una semana para que viéramos las primeras fotografías y se nos dieran los nombres de quienes eran aludidos simplemente como “los mineros atrapados”.
Era un listado más bien breve que pudimos tener desde las primeras horas, pero demoró siete días en llegar. ¿Por qué?, ¿cómo se jugó durante esta semana con la situación laboral, legal y social de estos trabajadores?
AMLO hizo su gira solidaria visitando la zona y en efecto, sólo se sacó la foto tal y como se le recriminó. Los reproches fueron repelidos en redes sociales por las hordas de descerebrados que piensan que en medio de una desgracia es necesario inventar víctimas, como si no fuera evidente que hay diez familias destrozadas y desesperadas.
La 4T puso a disposición de las maniobras de rescate a su institución infalible, el Ejército Mexicano, que poca o ninguna experiencia tiene en desastres mineros. Se presumió la intervención de los perritos rastreadores, aunque no está muy claro cuál es el papel que desempeñan estos canes heroicos en una mina inundada. La escasa imaginación y pobre capacidad del Gobierno de México para afrontar cualquier situación, queda en evidencia y si algún resultado positivo llegan a obtener será por una suerte de milagro y casualidad.
Hay mucha confusión y lagunas. El propio Presidente (el hombre más enterado de México) parece no saber de quién es la mina, quiénes son sus operadores, cuáles dependencias tendrían que tener auditadas las condiciones en que allí se trabaja.
Y tan fácil que sería preguntarle a su compadre, Manuel Bartlett, el príncipe de la CFE, ya que la mina en cuestión es proveedora de carbón para la paraestatal y es que, si para venderle folders, clips y engrapadoras a cualquier entidad gubernamental hay que inscribirse como proveedor y cumplir una lista de requisitos, no quiero imaginarme a todo lo que estaría obligada una empresa que le vende carbón a la CFE. Por eso me extraña mucho que en la Presidencia de la República no tengan desde hace dos semanas a los responsables (tanto a los propietarios de la mina como a las dependencias del trabajo y minería) perfectamente ubicados y citados a comparecer.
La autoridad duerme tranquila, pues las labores de rescate están a toda marcha desde que se suscitó esta calamidad. Se trabaja día y noche, 24/7 por rescatar al Presidente, al Gobernador del Estado, a los dueños de la mina, a los representantes sindicales, a las dependencias del trabajo, a Napoléon Gómez, a Guadiana, a la CFE, a todos los que comparten culpa por esta catástrofe.
Y una vez que todos estén a salvo, quizás queden recursos, energía y voluntad para rescatar a Jaime Montelongo, Sergio Gabriel Cruz Gaytán, Mario Alberto Cabriales, José Rogelio Moreno Leija y José Rogelio Moreno Morales (padre e hijo), Hugo Tijerina Amaya, Jorge Luis Martínez Valdez, Margarito Rodríguez, José Luis Mireles y Ramiro Torres Rodríguez.