¿Dónde buscar, indagar?
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Agradezco profundamente que usted me lea y preste atención a estas letras. Las diversas aristas de mis textos y sus ideas (qué pretencioso, pero bueno. A eso aspiro siempre, aportarle a usted algunas o una sola idea, al menos) han sido bien repicadas por usted y eso me reconforta y harto. Hemos agregado más leña al fuego. Iniciamos con una agenda de puntos saturada, luego presentamos una saga de agenda política, siguió la social y hoy andamos explorando la agenda educativa y cultural.
Todo ello importante en grado sumo. Para todos. Bueno, para usted y para mí; no así para las autoridades de gobierno. Tengo años (es intrascendente si fui el primero en poner la huella, el dedo en la llaga purulenta y dolorosa de los suicidios. Pero sí, fui el primero en alertar) avisando de lo mismo: el suicidio para los que se suicidan, no es problema, no; es una solución. Solución extrema, pero para ellos, atiriciados de alma y corazón, pues es un recurso a la mano. Tan a la mano, que cualquier medio es eficaz para hacerlo en el menor tiempo posible y en un segundo. Y con cualquier “arma”; ojo, dije arma, escribí arma, lea y sabrá por qué.
Todo mundo estamos atiriciados. Yo soy el primero. Pero gracias a Dios y a mi esfuerzo diario, a la muy maldita y perra tristeza la veo diario, se afeita conmigo, va al baño conmigo; si voy a Monterrey, la muy ingrata y maldecida compra un boleto justo a un lado de mi asiento y pues sí, es mi amante no deseada. Pero, tengo años teniendo controlada a la melancolía (la bilis negra, según los humores antiguos que uno arrastra, como bien lo dijo Aristóteles en su célebre “Problema XXX”), tengo años controlando a la tristeza. Años que dicha tristeza no anida en esa región, como lo dijo Malcom Lowry, otro atormentado, a la cual solemos llamar “alma”.
A usted y a mí nos interesa nuestra sociedad, nuestros amigos, vecinos y ni se diga nuestros familiares. Con la maldita pandemia, la salud mental se ha colapsado. Si nuestra precaria salud mental pedía un respiro, con la pandemia del virus chino esto se fue al traste y todo se ha agudizado hasta niveles insostenibles. Agobio, cansancio, fatiga, hambre, depresión, angustia, insomnio... hasta llegar al suicidio.
Según mis cuentas, van 102 suicidios. VANGUARDIA contabiliza 100. Somos tendencia nacional. E insisto en un tópico que estoy manejando con regularidad en estas letras: lo anterior, la depresión y suicidios se han agudizado en la llamada “Generación de cristal”. O como bien los ha bautizado el hidalgo saltillense, don Javier Salinas: “The crystal boys”. A esta generación, agrega el melómano: “no les interesa nada. Buscan placeres inmediatos y transitorios...” Sin duda. Y al menor movimiento de olas bravas y al menor soplo de algún vientecillo feroz en su ventana... se rompen, se quiebran, se suicidan. Lo siguiente sería una comedia bufa y humor grotesco, pero es trágico. Harto trágico...
Esquina-bajan
Daniela Estefanía de apenas 18 años de edad (bellísima ella, según su vida privada compartida públicamente en Internet), al parecer por haber reprobado algunos exámenes escolares, entró en franca tristeza (un suicida señor lector, necesita cualquier pretexto para hacerlo. Son estructuras muy enraizadas en el pensamiento. Un psicólogo lo puede explicar mejor que yo) y al menor descuido de sus padres y hermanos, al quedarse sola en casa, se colgó del respaldo de su cama.
Lo dramático de este suicidio es lo siguiente: se colgó con el cable de los audífonos de su celular o aparato de música reproductor (10 de noviembre de 2018). ¿Lo nota, lo advierte, ya lo ve? Cualquier cosa (un cable, un collar, una cadena, un hilo, una manguera) para ellos es una “arma” digna para suicidarse. Y en un minuto, no más. Y aquí entran las autoridades del incompetente Roberto Bernal, secretario de la Morgue Estatal. No tiene un mapeo de casos, no tiene interés en ello, no tiene brigadas, no tiene ambulancias, no tiene personal capacitado, no tiene psicólogos que sigan caso por caso, como debe de hacerse ante esta pandemia de salud mental.
Van dos pruebas de ello: el siguiente mensaje letra por letra lo recibí del académico universitario Martín Martínez Avalos, quien al estar comentando con este escritor lo anterior, me espetó: “Muy crítica la situación. Ayer una alumna me pidió apoyo para contactar a un psicólogo. Su hermano se suicidó hace dos meses y en su casa hay un caos emocional de toda la familia...”. Puf, caray. Esa familia y toda, necesita y le urge apoyo de psicólogos y doctores. Cosa que al sepulturero Roberto Bernal ni le va ni le viene.
Dos: hace días hubo un intento más de suicido (14 horas en el techo de su casa de un hombre de 43 años, el cual no se decidía a lanzarse al vacío) por parte de un individuo, Francisco Javier López, quien al parecer consume drogas. Fue convencido de no arrojarse al pavimento. Luego de eso y de darle su “mejoralito” por parte de las autoridades de gobierno, el tipo amenazó a su familia toda y fue y quemó sus cuartos donde vivía, amenazando igual, con quemar toda la vivienda. ¿Y el seguimiento del caso por parte de los burócratas adscritos a la Secretaría de Defunciones Suicidas del lagunero Roberto Bernal?
Letras minúsculas
¿Dónde buscar, dónde indagar? No lo sé. Pero lo único que debemos hacer es: buscar dentro de nosotros mismos, hurgar en nuestras raíces... y aferrarnos a la vida. La poca que queda.