Dos orgullosos mexicoamericanos
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El saldo de México en los Juegos Olímpicos incluyó un escándalo con algunas jugadoras del equipo nacional de softbol, que descartaron sus uniformes en la Villa Olímpica antes de su vuelo de regreso. La polémica me pareció ridícula: un uniforme deportivo no es equivalente a la bandera nacional, mucho menos a la identidad nacional. Por desgracia, el caso despertó al viejo chovinismo mexicano. Expertos en linchamiento en redes sociales se lanzaron contra las atletas. Vale la pena reparar en uno de los insultos porque sirve para revelar un debate pendiente del ser mexicano. Muchas voces llamaron “pochas”, “gringas” y similares a las jugadoras de softbol, cuestionando no sólo su valía como mexicanas sino incluso su identidad como mexicanas.
Esos adjetivos son moralmente repugnantes: la discriminación nunca es un argumento. Pero además ignoran la complejidad de la identidad mexicoamericana. En esta época de ánimo incluyente en el lenguaje, bien valdría la pena sopesar lo que supone ser mexicano y estadounidense.
Aunque hay referencias más cultas, quedémonos en el mundo del deporte. En las últimas semanas, dos jóvenes jugadores de futbol de raíces mexicanas pero con apego a Estados Unidos eligieron al equipo al que representarán en competencias internacionales. Uno, el portero David Ochoa, eligió jugar con México. Otro, el delantero Ricardo Pepi, escogió a Estados Unidos. Tenemos la suerte de que los dos explicaron sus razones.
Ochoa lo hizo en el sitio Player’s Tribune. Ochoa explica que su “camino” no tiene sentido si no se comprende lo que implica haber nacido en Oxnard, California, con una vibrante comunidad mexicana. “En la iglesia, los sermones eran en español. Cantábamos el feliz cumpleaños en español, íbamos a comer tacos”. El sueño de Ochoa era entrenar con Chivas, el equipo favorito de la familia entera. Lo logró a los quince años.
Ochoa fue muy infeliz. “Era muy duro estar con los niños mexicanos en Chivas. Yo siempre era el gringo”, escribe. “Cada vez que me equivocaba en alguna palabra ¡Pinche gringo!”. El acoso lo sumió en una depresión y perdió la ilusión por jugar. La recuperó gracias al sistema de futbol
estadounidense.
En el Real Salt Lake, Ochoa se reencontró con su talento. Semanas después, decidió que su futuro estaba con México, aunque en Chivas le hubieran llamado “gringo” y lo hubieran discriminado años atrás.
Un par de meses después de Ochoa, tocó el turno a Ricardo Pepi. Nacido en El Paso, Texas, Pepi es un buen prospecto como delantero. Creció, como todo niño de frontera, con un pie en México y otro en Estados Unidos. Sus padres son de Juárez. La oportunidad de desarrollarse como profesional la encontró en Texas, donde aprendió a jugar futbol y debutó como profesional. Hace unos días, Pepi anunció que jugará con Estados Unidos. “Este país nos ha dado a mí y a mi familia un hogar y un sinfín de posibilidades para lograr mis sueños”, dijo en un comunicado en redes sociales. Cuando alguien le pidió que se definiera, fue claro. “Soy mexicano-estadounidense y estoy muy orgulloso de mi herencia. Es algo que nunca me quitarán, no importa en qué equipo nacional
juegue”.
¿Es más mexicano David Ochoa que Ricardo Pepi? En absoluto. Los dos comparten una identidad compleja, vasta y, en muchos sentidos, conmovedora. Son mexicoamericanos. No “gringos” (ni mucho menos “pinches gringos”. No “pochos”. Mexicoamericanos, de Oxnard y El Paso. Quizá cuando comprendamos a cabalidad qué significa eso podamos dejarnos de
discriminaciones.