El agua de La Laguna
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El Presidente de México y los gobernadores de Coahuila y Durango intentan solucionar el gravísimo problema del agua en La Laguna, cosa que debemos aplaudir porque tienen décadas bebiendo agua con arsénico. De alguna manera los más perjudicados han sido los campesinos, como siempre. Hay ejidos en que prácticamente todos los adultos tienen cáncer en la piel, aunque también abundan los que lo padecen en órganos importantes: estómago, pulmones, hígado, próstata...
La idea que comparten los gobernantes debería ser bienvenida, porque uno se dice: ¡por fin!, ¿hasta ahora?, ¡cómo tardaron! Exclamaciones espontáneas por un proyecto que parece trascendental e inaplazable. Y surge de inmediato la pregunta: ¿por qué unos ecologistas se oponen a lo que todo mundo ha deseado por décadas?, ¿por qué hay gente tan negativa? Hagamos un recuento.
Fui el creador, con dos amigos, del “Centro de documentación regional” en 1989, que todavía subsiste. Era mi obligación leer cientos de libros, artículos, proyectos y documentos sobre Coahuila y hacer una ficha de cada uno. Para facilitar la consulta ideamos un tesauro con 400 entradas: cualquier persona que supiera leer encontraría lo que buscaba en minutos. Unas eran, por ejemplo: agua, municipio, salud, arsénico... Aún recuerdo revistas de segunda importancia de la propia universidad que presentaban estudios sobre el agua en Torreón, Coyote, San Pedro y otros sitios. Espero no equivocarme: hubo artículos en que sus autores, creo que una era Luz María Ávila (corríjame), hacían un cálculo de cuántos cientos de litros de agua se utilizaban para producir un litro de leche: el dato era increíble. Otro artículo, de un varón (olvidé su nombre) hablaba del agua con arsénico en Torreón. ¡Hace 32 años! Sus críticas parecían exageradas: hoy el problema se multiplicó por mil.
Siempre he admirado a los laguneros en no pocos aspectos. Siempre me pregunté por qué han sido tan pasivos como para no enfrentar su problema. ¡Vamos!, Saltillo no tiene ríos, como ellos, y hemos luchado cuarenta años por Zapalinamé, la montaña que nos provee del agua que llueve. Ellos disfrutan de dos generosos ríos endorreicos y quizás precisamente por eso han estado durmiendo en sus laureles o apoyando al “lagunerismo” que ha sido procreado y promovido por los cinco dueños de La Laguna (Peñoles, Lala, Soriana y dos más). Son los grandes promotores del Estado de La Laguna. Llegaba uno a Torreón y leía un letrero: “en Torreón vencimos al desierto”. Claro que lo lograron: han hecho de su bella ciudad un páramo. Destruyeron, así mismo, a Viesca (la auténtica Laguna, con San Pedro).
No hace mucho, Peñoles enviaba plomo a todas las colonias cercanas, pobres, medias y ricas. Rogelio Montemayor los obligó a poner filtros. Pero el daño hecho a los niños ya no tenía remedio. Nadie sabe cuántos laguneros tendrán deficiencias mentales a lo largo de la vida. ¿Y el arsénico? Alguien lo engendra y todos sabemos quién... y tiene 40 años haciéndolo.
Ahora, nuestros gobernantes federales, estatales y municipales se han puesto no cubre bocas para el COVID-19 sino unos tapaojos para privarse de saber, de comprender, de intuir que traer agua del Nazas, rompiendo toda lógica, es ignorar cuál es la real y única causa de las desgracias de los laguneros: las cien mil vacas y su dueño. Puedo decir, sin peligro de equivocarme, que en Torreón y Gómez Palacio se trata a las vacas mejor que a muchas personas.
Andrés Manuel López Obrador, morenista, Miguel Riquelme, priista, José Rosas Aispuro, panista: tres visiones, tres partidos, tres intereses que se juntaron para solucionar un viejo problema, el del arsénico. Ninguno tiene el arrojo para atacar la causa del problema. La causante se llama Lala. Prefieren engañarse gastando dinero (diez mil millones, según AMLO), acabando con un cañón que es reserva ecológica y ha sido cuidado por particulares. El Presidente convirtió el problema en “asunto de Estado’’.
Regreso a expresar mi admiración por los laguneros, en especial por los ecologistas, que valientemente se oponen a las tres instancias de poder, incluidos sus alcaldes. ¡No se rindan! Acá los queremos y apoyamos.