El amor no es amado
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Nativitas, significa nacimiento, de ahí la apocopación del concepto, justo lo que celebraba San Nicolás de Bari y lo que festejamos cerca 2,400 millones de cristianos de 7,837 millones de habitantes en el mundo, por estos días. Hago la diferenciación entre festejar y celebrar, y también el comparativo entre cristianos y no cristianos, aunque no se requiere tener adhesión a Cristo para celebrar su nacimiento.
Tanto calado tiene este nacimiento que la historia se dividió en 2 a partir de entonces. Y como todos nos alegramos con la llegada de una vida nueva, parte del mundo occidental celebra la llegada de lo que, en su momento, fue celebrado por pocos e ignorado por la muchos. Porque ¿a quien le interesó realmente el nacimiento del hijo de María y de José por esos días?
Del nacimiento del Sol Invicto – culto oficial que los romanos practicaban del 22 al 25 de diciembre - que anunciaba la aparición de un nuevo sol que vencía la oscuridad, pasando por las fiestas de Saturno; donde los mayores daban regalos a los niños como culminación de la festividad, hasta la tradición del Santa Claus llevada por los irlandeses a su llega a Nueva Amsterdam, la tradición sigue vigente.
Celebrar el nacimiento de Jesús, en una cultura como la nuestra, es bastante sencillo, porque de alguna forma, resulta romántico y artístico. La natividad tiene, como todo aquello que se nos transmite de forma escrita un fondo y una forma. La forma de sobra esta conocida y reconocida porque tiene que ver con el gasto y la compra que son la base de las leyes del mercado, pero desafortunadamente para muchos el fondo tiene que ver con la solidaridad, la justicia y la construcción de una sociedad más humana, digna y fraterna.
En concreto, si es Usted parte de los 2,400 millones de cristianos que ayer celebraron el nacimiento de Jesús, celebren también la vida que nos ofrece Jesús a través de sus dichos y sus hechos. El Jesús histórico y el Cristo de la Fe, tienen que conectar justo en lo que se celebra por estos días.
Aceptar que Jesús nació en Belén no solo es aceptar y colocar el pino, el nacimiento, el rezo del rosario, la ida a la misa de gallo, el abrazo de felices pascuas, la cena del 24, la visita a la familia que no hemos visto, el presente a quienes queremos. Poco tiene que ver con los regalos, las esferas, los pavos, los santas, los duendes, los elfos, los renos, los tamales, los romeritos, el menudo y los cohetes. Esa es la parafernalia y parece que una navidad sin todo ello, no nos sabe a navidad. Poco nos dice la austeridad, escasez, desapego, abandono, desprendimiento, compartir, colaboración, desinterés, pero sobre todo la humildad que es lo propio del pesebre de Belén.
No por nada el Poverello de Asís, creador del nacimiento lloraba amargamente y se revolcaba entre espinas en el Monte Alvernia y refiriéndose a Jesús decía: “el amor no es amado”. El divorcio entre lo que creemos y lo que vivimos es uno de los más grandes lastres que tienen a nuestra sociedad de cabeza. Hoy requerimos urgentemente, dado que vivimos en una sociedad compleja, violenta, pragmática y desmoralizada aceptar al mensajero, pero también aceptar su mensaje; festejar al Amor, pero sobre todo celebrarlo. Así las cosas.