El disfraz de mis necesidades
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Un tema que rondado en el consultorio en estos días es “el sí y el no”. El impulso por decir “sí” y la imposibilidad de decir “no”. Hemos hablado de las motivaciones que tenemos para reaccionar de la manera en que lo hacemos. Nos hemos cuestionado el para qué decimos que sí a todo y cómo nuestra manera de responder enmascara nuestras propias necesidades.
Hoy me contó una mujer que, en estos días de frío, hizo sopas para consentir a sus amigos. A uno de los amigos le pidió que le avisara si la sopa estaba buena. El amigo, sorprendido, respondió, “¿Cómo, no la has probado tú?” Se quedó pasmada la mujer porque no había guardado sopa para ella misma. No la probó.
Hay personas cuyos esfuerzos favorecen a otros antes de favorecernos a nosotros mismos. Hay temas como el merecimiento, el miedo, el abandono, el reconocimiento, la aceptación, las creencias religiosas, y muchos otros que surgen al ahondar en el tema. Pensamos en la caridad y en frases como “hay que dar para recibir”. Nos damos cuenta de que, al dar, seguramente estamos esperando algo de vuelta. Tenemos expectativas que no se materializarán. Y no entenderemos nunca por qué el mundo no ve las necesidades que justo escondemos detrás de nuestros “sí”.
Parte importante del trabajo de proceso personal es reconocer nuestras necesidades para poder buscar la manera de satisfacerlas. Es un trabajo duro y toma mucho tiempo, pero es parte del proceso de madurez; discernir mis necesidades y buscar resolverlas de maneras directas. Eso incluye pedirles ayuda a otros. ¡¿Pero cómo?!