El duelo: del negacionismo
a la refundación priista
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Primera etapa del duelo: la incredulidad, la confusión o la pérdida del rumbo.
El tsunami electoral de 2018 dejó al PRI confundido y sin respuestas. De ahí su comportamiento errático que terminó por fracturarlo, hasta dejarlo con sólo cuatro gubernaturas; dos gobernadores con congresos locales mayoritarios y una presencia territorial resumida en 5.5 por ciento de votos con 11 distritos ganados (de 300 posibles) en la última elección para diputados federales.
Segunda etapa del duelo: la negación o la invención de otras realidades imaginarias.
“El PRI actuará como partido bisagra en el Congreso Federal; será un actor fundamental para alcanzar las reformas constitucionales y fortalecer su presencia electoral en 2022, 2023 y 2024. Tal como ocurrió cuando perdimos el Congreso con Fox y Calderón”.
“El PRI actúa desde su fría y metódica discreción. Los documentos básicos del partido definirán el rumbo a seguir de los diputados federales para votar en contra de las reformas constitucionales impulsadas por Morena. De este proceso, saldremos fortalecidos y mejorados, sin duda”.
“Durante este proceso, el PRI se mantendrá unido y evitará la sangría de militantes hacia Morena u otros partidos”.
“El triunfo electoral del Estado de México y Coahuila en 2023 catapultará al partido hacia su recuperación electoral y territorial en todo el País”.
Tercera, cuarta y quinta etapas del duelo: la negociación, la recaída y la ira. O la pelea contra uno mismo en busca de respuestas.
El militante del PRI tiene poco tiempo para fusionar en una etapa tres momentos:
Debe evitar “hacer cualquier cosa para aceptar que el PRI se acabó”. Cómo irse a Morena, por ejemplo (la negociación).
Debe impedir, desde su dolor militante, “imaginar que es capaz de mejorar o cambiar al PRI” (la recaída).
Debe acceder a su enojo –para dejar de lado el miedo paralizante– y pensar como militante que merece una alternativa mejor o más acorde con sus expectativas de participación política (la ira).
Sexta y séptima etapas del duelo: la aceptación inicial y la esperanza redirigida.
El militante priista se rinde ante la evidencia empírica e histórica y no intenta salvar al PRI; toma distancia con resabios de tristeza, pero entiende que no es un asunto personal (aceptación inicial).
En la medida que esa aceptación se profundiza, el militante empieza a diseñar alternativas de refundación partidista, con base en una autocrítica –no psicoanalítica, por amor de Dios– para construir un partido que recupere la mejor versión del PRI –cercano a la social democracia– con recambio generacional, perspectiva de género y mentalidad ciudadanizada (la esperanza redirigida).
Coahuila está llamada a ser el lanzamiento de esa esperanza fundacional, si entiende el reclamo histórico que la define. La otra alternativa consiste en amarrarse a la negación para siempre. Y desaparecer en la bruma de la historia.