‘El orden de las cosas’
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Cuando escucho las estrategias planteadas desde el Gobierno Federal contra el tráfico de drogas en el País y sus derivados del huachicoleo, recuerdo una declaración de Sócrates Rizzo (exgobernador de Nuevo León ) en una charla con estudiantes: “De alguna manera se tenía resuelto el problema del tránsito (de la droga), pero había un control y había un Estado fuerte y un presidente fuerte y una Procuraduría fuerte, y había un control férreo del Ejército. De alguna manera les decían: ‘Tú pasas por aquí, tú por aquí, tú por aquí’, pero no me toques estos lugares”.
Una de las reglas no escritas de los grupos del crimen organizado es la de la nula publicidad, consiste en que al hacerse público y notorio, un capo de la droga está firmando el camino que lo conducirá al abismo de la persecución y la muerte.
En México, los barones de la droga iniciaron su carrera en los años setenta, y aunque en el País ya se tenían capos desde los años treinta del siglo 20, no se habían relacionado internacionalmente, como con el arribo de Sicilia Falcón a la nación, en su papel de contacto con la mafia colombiana.
Pablo Escobar Gaviria, fundador del Cártel de Medellín, imprimió en el tráfico de cocaína dos factores que a la larga acabaron con su carrera. El primero fue su intento de ingresar a la política y el segundo su proclividad hacia los mensajes de la violencia que hicieron de la actividad ilícita una constante.
Uno de los más grandes errores del capo colombiano fue su ingreso al poder público, ya que fincó en los políticos una amenaza de desafío y contrariedad que finalizó en una persecución internacional generada desde la DEA.
Este rechazo género en Escobar la estrategia de la violencia como herramienta del convencimiento y la intención de sometimiento a la autoridad y a sus enemigos de otros cárteles. Fundándose de esta manera la fórmula precisa que estamos sufriendo los mexicanos y que a la fecha genera 89 homicidios violentos por día.
Pablo Escobar planteó a sus integrantes crear el caos y el terror para después negociar con el Gobierno; la orden precisa era: bala al que se oponga.
Parecería que si se quiere llegar al desmembramiento de los cárteles en México se debería voltear al caso colombiano, país que logró su paz después de años de violencia primero con una propuesta de unidad de las fuerzas políticas nacionales y luego con el apoyo de un ejército especializado que incluía fuerzas del extranjero.
La DEA (Drug Enforcement Agency) fue creada por Nixon en 1974 con un presupuesto de 75 millones de dólares y mil 470 agentes. Hoy cuenta con un presupuesto de 2.3 billones de dólares con oficinas en 31 países y 5 mil 680 agentes.
En México estableció su primera oficina en Ciudad Juárez en 1975 y hoy existe representación en Guadalajara, Hermosillo, Monterrey, Tijuana, Mérida, Mazatlán y Ciudad de México.
Sus agentes son meros investigadores e informantes, es decir, no se les permite armarse, sin embargo, se sabe que han contribuido en la captura de prominentes personajes de la droga en el País y que cuando se habla de “operativos de inteligencia” se refieren específicamente a la labor de estos agentes gringos.
La diferencia entre los operativos colombianos y mexicanos es evidente, porque aquí el debate es con el tema de la soberanía y en Colombia el tema se llama paz social.
Así, por ejemplo, en el operativo conjunto policía nacional-DEA en Febrero de 2010, en Cali a través de la “Operación Fronteras” se logró la captura de 21 capos, la incautación de varias toneladas de cocaína y la afectación de las líneas de comunicación y distribución entre este cártel y los de Sinaloa y Tijuana.
Resulta evidente que la estrategia del “abrazo, no balazo” no ha dado resultado en México, pero sí ha generado una ruta de sangre que salpica a los mexicanos y nos hiere profundamente.
Vivimos los tiempos del arrase en el que la orden es bala y, de acuerdo a Gandhi, “lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”. ¡Haya Cosa!