El poder político del Gobernador empieza a desprenderse

La experiencia que hemos vivido con el paso de los sexenios gubernamentales aquí en Coahuila, y de la misma manera en forma general en el sistema político mexicano, nos ha enseñado que al término del cuarto año de transcurrido un periodo gubernamental del titular del jefe del ejecutivo, empieza su descenso con la pérdida paulatina del poder por razones naturales políticas, seguido de igual forma de un impase que provoca lentamente, en forma subyacente, lo que los mexicanos llamamos la cargada que se inclina hacia un presunto candidato, ya por esas fechas distinguible y que dentro de los primeros meses del siguiente año será develado en donde por presiones obtendrá un poder sobre el que lo disfruta todavía en ese momento.

Ya en los últimos meses del quinto año del gobierno en turno se empieza a cobijar al candidato que se escoja, en el caso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) mediante el ritual electoral lo encamine llevado veladamente de la mano y representar la comedia como un acto espontáneo al que concurren voluntariamente miles de adeptos y que repetirán el acto el día de la elección para darle el triunfo en la jornada, sentarlo en la silla gubernativa y dejarlo por su cuenta y riesgo.

Asimismo por esos tiempos los otros partidos políticos iniciarán la búsqueda de los aspirantes que los representarán en la contienda que se llevará a cabo en el 2023 para determinar quién será el nuevo gobernador, y que con su participación contribuirán a sostener la existencia de la democracia, superando los tiempos del modelo monopartidista que constituyó una hegemonía hasta que la ciudadanía se hartó y empezó a voltear a ver a otros partidos.

Así fue como los partidos grandes alentaron la existencia de los partidos chicos de manera que se unieran a ellos para que les vendieran votos caros, y a cambio entrarían en la repartición de las prerrogativas además de la obtención de puestos en los gobiernos en que triunfaran.

La disminución del poder a partir del quinto año del gobierno en turno es un proceso natural que encamina a que se detalle la figura del que correrá en la siguiente elección, aquí en Coahuila estamos a unos cuantos meses más del inicio de esa etapa, pero que en honor a la verdad, esa época ya tiene algún tiempo en que los partidos han lanzado buscapiés para ir esclareciendo las figuras que puedan competir.

Ahora mismo el Jefe del Ejecutivo Estatal todavía tiene como asidera la gubernatura cuya sede la ha sabido mantener mediante un equilibrio que con inteligencia lleva amparando todos los renglones de la actividad pública hasta donde humanamente se ha podido, pues el presupuesto estatal lo ha ido estirando mientras la federación se ha encargado de irlo disminuyendo, ya que desde que López Obrador se sentó en la silla del águila, según declaraciones oficiales, a Coahuila le han arrebatado aproximadamente 18 mil millones de pesos en recortes y cero apoyos para solventar los costos que va dejando la pandemia.

Por fortuna ya le restan tres años como presidente al señor López, mientras que al señor Riquelme le quedan dos en que compaginarán los dos órdenes de gobierno y uno con el nuevo gobernador y que esperamos con todo ímpetu que el siguiente mandatario federal no sea del mismo establo, pues seguiría la misma forma de un gobierno autócrata comandada por otro caudillo que nos podría convertir en otra Honduras, otra Venezuela u otra Bolivia. O las tres juntas.

En cuanto al siguiente gobernador aquí en Coahuila una vez que gane la elección del 2023, deseamos que trabaje denodadamente por el bien de la toda la población del Estado llevando obras sociales y procurar que exista seguridad, proseguir con la atracción de empresas y sus derivaciones que ofrezcan resultados mediante la obtención de primeros lugares en competitividad y llevar a Coahuila a ser una potencia nacional, como ahora es Saltillo.

Se lo digo EN SERIO.

franciscoaguirreperales@gmail.com

@aguirreperalesf