El talón de Aquiles de la democracia
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El mundo humano se entreteje y desteje. Hoy se observan posiciones encontradas sobre la forma en la que la democracia debe ser ejercida. Se nos olvida que como país, provenimos de un sistema dictatorial de largo linaje. Permítaseme esa amplia licencia con el uso de la palabra dictadura, en pos de dejar claro el punto que busco aclarar: la ciudadanía es presa de los antojos del gobernante o la gobernante en turno.
Pareciera que la única vía de expresión de la opinión de un ciudadano son las urnas, y aún y cuando sabemos que no es así, es de esta forma en la que operan los gobernantes en los tres niveles de gobierno. El voto que los legitima será lo único significativo que se escuche de la ciudadanía en los salones donde se reúnen los servidores públicos. Así, comenzarán a realizar las acciones emanadas de un plan municipal, estatal o federal, que estarán en mucho al arbitrio de sus círculos cercanos en intereses, procedentes de amistades, familia y en gustos personales.
Esto ocurre como si el gobernar no tuviera qué ver con la observancia de una realidad que por sí misma marca las pautas de las condiciones a atender. Así, vemos que se construyen teatros si al gobernante en turno le gusta la dramaturgia, bibliotecas si le place la literatura, o espacios deportivos si son de su interés. Ejemplos como estos hay muchos y claro que se suman y construyen el tejido de la cultura material, pero obedecen a sus intereses personales que no incluyen un análisis del estado de las cosas (aunque los tengas y los guarden luego de haber pagado cuantiosas sumas con dinero del pueblo a grupos de asesores).
En nuestro país, la ciudadanía sigue estimulando o enconándose con la idea de que un hombre X o una mujer y va a salvar al país del abismo de la corrupción. Si bien, ha habido avances torales en la independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial en estos tiempos, se dista mucho de vivir en un país en donde la corrupción sea algo del pasado, pues los encargados de la normatividad han dejado y no inocentemente, huecos en las leyes o reglamentos que permiten el replicado de actos punibles.
La defensa de modelos monopolistas, sean estos públicos por un lado, o bien, privados en forma absoluta por el otro, no ayudan a lograr un equilibrio que permita una libre elección en la ciudadanía. Está sometida a lo que se le da y se ha pactado a sus espaldas.
Se dice del hombre político que debe obedecer a quienes aportan cantidades económicas, servicios o productos durante sus campañas. ¿Qué democracia es esta? Y ¿de verdad merecería en nombre de democracia?
Posiciones dicotómicas que no pueden ver la gradación de amplios tonos en el pensamiento y en las acciones, llaman a no ejercer el voto el día de hoy, aún y cuando el voto es lo único que el pueblo tiene como posibilidad para -como expresé líneas arriba-, dar su opinión.
Si asumiera una postura sarcástica diría que los movimientos que pugnan por no ir a votar, en realidad socavan el único derecho visible tomado en cuenta en este país, y que lo que le seguiría sería estimular el ya no ir a votar y dejar todo en manos del hombre o la mujer con investidura mesiánica. De nuevo, el gato que se persigue la cola, ad infinitum.
Y es que lo más grave que le puede pasar a la clase política hoy, es contar con ciudadanos que piensen, y a esto me refiero no con pensar para defender a una cúpula u otra, sino al real ejercicio de del análisis, para asumir una postura que no provenga de una publicación de redes sociales, sino de un hondo ejercicio como ciudadano o ciudadana.
Los grupos de poder siguen disparando flechas al talón de Aquiles de la democracia. ¿Qué rol asumirá cada persona? ¿Disparará la flecha? ¿tendrá puntería? O ¿irá presto a colocar un calzado de metal que lo proteja?
La palabra democracia proviene del latín democratia y ésta, del griego demokratia (de demos: pueblo y kratein: gobernar), que significa algo así como gobierno para el pueblo o gobierno popular.