El uso del cubrebocas en las áreas de riesgo
Para quienes han padecido COVID-19 o para quienes a causa de esta enfermedad han sufrido la dolorosa pérdida de familiares o amigos, toda recomendación es válida si se trata de evitarla.
En el principio de la pandemia, en nuestro País, el Gobierno Federal, que junto a los estatales, llevaba la primera responsabilidad a la hora de emitir las medidas a fin de evitar la propagación del virus, fue omiso en ser contundente para definir una medida como primordial. El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, con todo y lo capaz que es como orador, fue incapaz de dar claridad y certeza en su discurso sobre el tema del uso del cubrebocas.
No se obligaba a usarlo. “Prohibido prohibir”, señalaba una y otra vez el presidente Andrés Manuel López Obrador. Se limitaron a decir que era una medida “adicional”, pero no la consideraban fundamental. Cuando se empezaron a ver rebasados por los números de contagios, intentaron matizar. Invitaron a especialistas a la rueda de prensa vespertina que mostraba cómo usarlo, pero, aun así, con reticente discurso.
Ante los señalamientos de los medios y la opinión pública, el subsecretario sostenía que nunca había disuadido para no emplearlo. No ocurría tal y como él defendía el punto, pues hubo ocasiones en que más insistía en que la gente no sabía usarlo, que en recomendarlo.
En fin, el tiempo y el número de contagios en incremento dio la razón al imperativo. Usar un cubrebocas podía salvar la vida de las personas. Literalmente.
El COVID-19 antes de la vacuna era uno muy distinto. Con la vacuna, que ha alcanzado a un gran porcentaje de mexicanos, debe reconocerse, se ha ido aminorando la situación. Las promesas por fin se convirtieron en realidades y por fin el semáforo en verde se pintó en todo el País.
Al pasar por sitios donde se aplican pruebas de detección COVID-19, por la mañana, es posible ir percatándose de cómo van las cosas. La semana en que las filas se veían reducidas dieron para un aliento de esperanza. Esto no se manifiesta de manera continua. Pero lo que es indudable, hasta ahora, por lo menos hablando de nuestra ciudad y de acuerdo al números de personas que han fallecido, las hospitalizadas y las activas, es que se ha reducido el contagio.
Cuando se dice “No bajar la guardia” es cierto que debemos hacerlo. Por eso, aunque la autoridad en nuestro estado ha permitido que los cubrebocas no sean utilizados en áreas al aire libre, no se debe dejar de emplearlo en lugares cerrados.
Es cierto que la variante de Ómicron, la más reciente detectada y presentada en nuestro País, en términos generales no complica el cuadro de la enfermedad. Pero no todos los organismos son iguales y en unos se ceba más que en otros. En un mismo hogar pueden llegar a convivir asintomáticos con enfermos padeciendo síntomas dolorosos y con el fantasma de la muerte rondando.
Hemos aprendido muchas cosas de la pandemia. Hemos perdido a muchas personas. Hay quienes, ante el temor del contagio, se alejan incluso de hasta quienes lo tuvieron hace meses. En contrapartida, muchos dejaron de temerle.
No es que vivamos con el miedo encima. Lo que resulta indudable es que, como sociedad, debemos responder con responsabilidad ante una enfermedad que sigue aún.
En honor de todos cuantos se fueron. En honor de cuantos amamos y por culpa de la pandemia no atendieron otros cuadros de enfermedades y también, por desgracia, murieron. En honor de las personas que amamos y están aquí. En honor de nosotros mismos: sigamos usando el cubrebocas en las áreas de riesgo. Sigamos teniendo las precauciones en el contacto social.
Que nos haya cambiado, para bien, esto que fue, tanto, para mal.