Érase un país...
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Ya les he compartido en otro texto la fortuna que tuve a mis 12 años de tener un maestro que me presentó a una pléyade de pensadores, dramaturgos, poetas, escritores, de la España de las primeras décadas del siglo XX, me refiero a don Daniel Tapia Colman. Con él conocí a don Jacinto Benavente, el dramaturgo madrileño, autor entre otras de la obra “Los Intereses Creados”. Y hoy el párrafo de inicio me viene de perlas para describir el escenario montado por el presidente de la República, con libreto trasnochado en el que exhibe su muy “particular”... “proyecto” de país, con el apoyo incondicional de las comparsas en que ha convertido a ya casi todos los órganos del poder público. Le comparto algunos renglones...: “He aquí el tinglado de la antigua farsa... la que embobó en las plazas de humildes lugares a los simples villanos... cuando Tabarín desde su tablado de feria solicitaba la atención de todo transeúnte... Gente de toda condición, que en ningún otro lugar se hubiera reunido... Es una farsa guiñolesca, de asunto disparatado, sin realidad alguna... Son las mismas grotescas máscaras de aquella comedia...”.
“El tinglado de la antigua farsa” que tenemos en México exhibe sin prurito alguno el manejo del poder en medio de la debacle económica –que ya agobia a millones de mexicanos– y el caos institucional de un deleznable proyecto que abreva en el desgraciado asistencialismo, que supura demagogia, y que está más que probado que no sirve más que para generar subdesarrollo, dependencia eterna, pobreza y más pobreza del grueso de su población... control probado para los gobiernos que ha parido este sistema político decadente en el que seguimos inmersos. Tinglado apuntalado en el despliegue publicitario que se inicia desde que Dios amanece con la diatriba cansina del inquilino de Palacio. Todo acorde con su línea mesiánica, sabe que su gestión es un fracaso y por eso se disfraza de mentor, de profeta, de hacedor de milagros, de benefactor de los pobres. Fantoche redivivo para embobar ingenuos, porque a sus cómplices los tiene bien comprados y esos son de “otro” nivel. Tenemos un México plegado a los intereses de un individuo con delirio de poder, que no se mide para quitarse de encima a las instituciones que le estorban para la realización de “su” proyecto. Nada lo detiene, está haciendo una Constitución y leyes secundarias a modo, sus vasallos ejecutan a pie juntillas en las cámaras cuanto se le ocurre para desmadrar este país. ¿Por qué es tan proclive nuestro pueblo a dejarse embaucar por las prédicas populistas de siempre?, ¿por qué no repara que con la convivencia de ese tipo de bazofia solo se va al caos institucionalizado?, ¿para qué creen que va a ser la farsa de la revocación de mandato?, ¿por qué hacerse ciegos, sordos y mudos a cuanto ha contribuido a que el país por décadas permanezca sometido a la corrupción, a la impunidad, a la marginación de muchos, pero muchos, y a la bonanza de unos cuantos? Somos uno de los países más corruptos del mundo. Vean la última tabla presentada por Transparencia... o más simple, repare en los eventos de anarquía, de ausencia de compromiso de quienes nos gobiernan. Se burlan en nuestra cara, mienten, simulan, cuentan historias que no se las creen ni ellos mismos. Verbi gratia, ¿ya reparó en las de la secretaria Nahle sobre lo ocurrido en Dos Bocas y secundada por su patrón?
¿Por qué prevalece esta idiosincrasia de pueblo acostumbrado a que sus gobernantes lo traten como si fuera un monigote, y no se inmute, no se indigne, no se encabrone, para decirlo en “mexicano” puro?, ¿por qué los mexicanos somos tan agachones y no le espetamos a la clase política sus desvergüenzas, sus silencios cómplices?, ¿cuándo hemos visto un acto de humildad de un político de cualquier color pidiendo perdón por sus ineptitudes, por sus yerros, por su falta de respeto a quienes los contratamos para un servicio pagado con dinero nuestro, vía impuestos y cuanto se les ocurre inventarse para jorobarnos la existencia? Así vamos a seguir si persistimos con nuestra indiferencia, nuestra desesperanza o nuestro coraje, empoderando miserables a los cargos públicos. Es hora de asumir nuestra responsabilidad, ya basta de esperar un líder que encabece el reclamo a las autoridades, saquemos al que cada uno llevamos dentro, y empecemos a construir un México a nuestra medida, no a la de los cínicos que llegados al cargo se les olvida a quiénes se deben.