Ganar la lucha contra la impunidad: ese es el reto
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El fin de semana anterior se dio a conocer el arresto –y traslado a Coahuila– de Timoteo “N”, a quien también se conoce con el sobrenombre de “El Abuelo”, a quien se persigue como presunto autor intelectual de un ataque en contra de elementos de la Policía Municipal de Saltillo, en agosto del año pasado.
El arresto del presunto líder delincuencial quien, de acuerdo con información de la Fiscalía General de Coahuila, se asumía como “jefe de la plaza”, de una organización criminal con operaciones en Saltillo, se registró en Ciudad Juárez, Chihuahua, a pedido de las autoridades coahuilenses.
Este domingo se llevó a cabo la audiencia de control de la detención y, tras la conclusión de esta, se informó que la audiencia de vinculación a proceso se llevará a cabo el viernes, pues la defensa del inculpado solicitó la ampliación del término para aportar pruebas e intentar la liberación de su cliente.
El detenido, conforme a las reglas constitucionales y legales, debe ser considerado inocente mientras no se demuestre lo contrario en un juicio. Y esa tarea corresponde a la Fiscalía General del Estado que, al menos en un primer momento, ya logró la detención de quien considera responsable de un delito grave, porque atenta contra la seguridad colectiva.
Habrá que esperar, desde luego, a que las distintas etapas del proceso sean desahogadas y que se dicte un fallo conforme a derecho en este caso. Pero, por lo pronto, el que un ataque en contra de las fuerzas policiales sea investigado y perseguido, logrando la detención de quien las autoridades consideran es el autor intelectual de los hechos, constituye un suceso relevante.
¿Por qué? Porque en un país signado por la impunidad, el que los ataques en contra de las autoridades no sean dejados en el olvido sino, por el contrario, perseguidos con todo rigor, es el mejor mensaje que puede enviarse en contra de quienes han decidido hacer de la delincuencia un estilo de vida.
Los integrantes de las bandas criminales –aquí y en cualquier lugar del mundo– pretenden imponernos sus reglas a todos y su estrategia es el terror. Que el Estado dé muestras puntuales de que tal propósito es de imposible concreción deja claro el único resultado posible en la confrontación entre las fuerzas públicas y los delincuentes: la derrota absoluta de los segundos.
La lección que este episodio nos brinda, por cierto, no podría ser mejor: no se trata de combatir a la delincuencia solamente con el uso de la fuerza, sino hacerlo dejando claro el único mensaje que es útil en términos democráticos: no hay impunidad posible para quienes amenazan la tranquilidad colectiva.
Necesitamos, desde luego, más ejemplos como este. Porque así como una golondrina no hace verano, el arresto de un presunto líder delincuencial que decidió atentar contra elementos policiales en nuestra ciudad no consolida la idea de que nadie está más allá de la ley.
Sin embargo, se trata de una señal adecuada en el sentido correcto y por ello hay que saludarla. En la medida en que más señales de este tipo se acumulen, la ciudadanía podrá recuperar la confianza en el futuro y considerar que, ahora sí, estamos ganando la batalla en contra de la delincuencia.