Hablemos de Dios 102
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Gracias por leerme. Agradezco mucho sus atenciones con respecto a esta cita sabatina bajo dos palios: hablar de Dios y disertar sobre todo lo posible de nuestra vida y existencia: literatura, arte y música. Sobre todo, bajo el amparo de Michel de Montaigne. Nuestro infaltable “Café Montaigne”. Naturalmente, recuerdo que le prometí en este espacio también, empezar a enviar naves de lectura hacia usted con el siguiente tema: “Hablemos del amor”. En este caso y tema, vamos a iniciar su publicación dentro de dos sábados. Pido un poco de paciencia. Y es que, aunque siempre tengo notas listas, es necesario sistematizarlas, darles coherencia y releer muchos materiales.
Un estandarte de batalla: no quiero convencer a nadie con mis ideas y palabras. Cada quien tome de mis escritos lo que guste y considere usted acertado. Lo demás, lo que usted crea que sea bisutería, deséchelo y tírelo en el cesto de la basura. Y de nuevo se lo digo: gracias de corazón, palabra y pensamiento por leerme y hacer suyas mis letras.
Hartos, hartos comentarios me han llegado con motivo de esta ya larga saga de textos donde hablamos de la idea de Dios en base a un presupuesto común: la poesía de Jaime Sabines. Y ya luego, hemos aderezado lo anterior con citas y versos de otros poetas y escritores como James Joyce, Ledo Ivo, Eduardo Lizalde, Octavio Paz, T.S. Eliot, por citar sólo a algunos. Y claro, usted ya se fijó en lo anterior: ya estamos avanzado en este entramado de versos, glosas e ideas.
Es decir, los grandes poetas, los grandes filósofos y pensadores en su obra polifónica y poliédrica (como debe de ser la buena y eterna obra de arte), nos ofrecen múltiples caminos y bifurcaciones para transitar. Apenas y muy apenas, estamos explorando los versos de Jaime Sabines en esta clave divina, pero su obra acepta otras semillas fundadoras: la vida cotidiana, el amor, el odio, la familia, el diablo, la soledad, el silencio...
Nadie quiere estar solo. Nadie quiere estar en silencio en estos tiempos virtuales que nos asisten. El silencio apesta. El silencio apuñala. ¿La soledad? Nadie la aguanta. Pocos, realmente. Pero y de hecho, la soledad y el silencio son las amantes más fieles de los poetas. Amante fiel... y a veces, traicionera por celosa. Harto celosa. Lea usted lo siguiente del poeta lusitano Ledo Ivo (1924-2021)...
Todo silencio me molesta.
Siempre omite alguna cosa:
Una traición tramada entre glicinas
La explicación final sobre la existencia o inexistencia de dios
El rumor de las ratas en los desperdicios...
De existir entonces ese llamado Dios, ¿cuáles son sus ocupaciones? Leamos entonces al poeta Jaime Sabines y su escudriñar, otear en el pensamiento de Dios y su crónica de un domingo (un día sin lustre ni brillo para todo mundo): “La tarde del domingo es quieta en la ciudad evacuada. A la orilla de la carretera la gente planta su diversión afanosamente. Hasta este ‘contacto con la naturaleza’ se toma con trabajo, y los carros se amontonan promiscuamente, lo mismo que las gentes que se quedaron en los cines, en los toros y en otros espectáculos. Nadie busca, en verdad, la soledad, y nadie sabría qué hacer con ella... Igual que la borrachera de los sábados, las visitas a las casas de amor y hasta las maneras del coito, se estereotipan. La vida moderna es la vida del horario y de la mediocridad ordenada. Dios baja a la tierra los domingos por la mañana a las horas de misa”.
ESQUINA-BAJAN
Bueno, y ya que estamos con el gran, el inmenso poeta Ledo Ivo y su saudade, hay otro poema de él, forma parte de su antología, “Estación Final”. El texto desde su título lo dice y lo anuncia todo: “El incómodo”. Sí, Dios es incómodo. Lacera, pincha, hiere, descalcifica... pero también, da vida y esperanza en tiempos de tempestad. El poema de Ledo Ivo es en prosa, lea usted lo siguiente:
“Sabemos confusamente que Dios es aquel que no nació ni morirá nunca. Jamás podremos identificarlo. Siendo eterno, y por eso diferente a nosotros, Él está fuera de nuestra capacidad de discernir entre lo falso y lo verdadero. Y sería una hipocresía esconder de nosotros mismos la evidencia de que la eternidad de Dios nos incomoda y nos hace morir de envidia”.
Como una buena anécdota y sólo para incitar en usted la lectura del lusitano, sólo para que usted pida la obra toda de este gran poeta, hay, digamos, un poema de dos líneas, a mata-caballo entre el aforismo y el poema, algo tan bello, como eterno, un aroma eterno y maravilloso: eso llamado mujer. Sin duda, hálito fundador y dador de vida. Va el texto:
Tu pubis: la oveja negra
En el blanco rebaño de tu cuerpo.
Cuando se enfrenta uno con la gran obra de arte, la poesía de T.S. Eliot, Octavio Paz, Ledo Ivo, Jaime Sabinas, Víctor Hugo... amén de dar ganas de vivir y escudriñarlo todo, uno se queda pasmado ante el pulso ahora sí, divino, al empuñar la pluma. Va un solo verso, uno solo de Ledo Ivo donde conjuga todo lo que hoy hemos abordado...
LETRAS MINÚSCULAS
“La noche, blasón de Dios, baila en las camas”. Ah.