Inflación, decisiones en la encrucijada
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Son varias causas las que generan el incremento de precios al consumidor final: extensión del gasto público con déficit fiscal, que impulsa una cadena de demanda superior a la oferta; incremento del ingreso agregado que aumenta el consumo que presiona a la oferta, esto en determinados meses del año y se clasifica como inflación generalizada; incremento de demanda de bienes y servicios específicos también en fechas específicas anuales; depreciación de la moneda que encarece importaciones para producción y consumo final; la escasez de un producto o servicio particulares.
Con la pandemia y los esfuerzos para enfrentarla -en muchos países con sistemas e infraestructura de salud débiles, como en México- a nivel global se interrumpieron las cadenas de producción y distribución, tanto en bienes y servicios tangibles como intangibles, lo cual impactó en el empleo y en los ingresos de la población.
Aún con la segunda y tercera ola de contagios, al moderar progresivamente las restricciones sanitarias y con la aplicación de vacunas, sobre todo en países desarrollados, la recuperación de los mercados ha impulsado un crecimiento acentuado en V, es decir, caída drástica y mejoría con pendiente positiva marcada, lo cual es positivo, pero esto genera algunos efectos eventualmente negativos.
Progresivamente se han abierto las actividades económicas, lo que ha impulsado la dinámica de producción y consumo, pero aún sin recuperarse las cadenas de valor en materias primas, productos agropecuarios e industriales, es decir, que la demanda ascendente ha estado sobre la oferta disponible, de ahí los elevados precios de alimentos, petróleo y gas que impactan negativamente los precios finales; la escasez de dispositivos electrónicos se puede enmarcar en este fenómeno de recuperación.
La inflación a tasas anuales (septiembre-octubre, datosmacro.com) presionan los mercados de un buen número de países, por ejemplo: Canadá 4.4, Reino Unido 3.1, Alemania 4.5, España 5.4, Brasil 11.1, Colombia 4.6, Chile 6, Uruguay 7.6, Argentina 52.1, Colombia 4.6 y México-Estados Unidos con 6.2% igual.
Enfrentar el crecimiento del nivel de precios se encuentra en una encrucijada: se puede contener el gasto público, pero se reduce el efecto multiplicador de esta variable en la dinámica económica; o elevar las tasas de interés, pero esta estrategia puede inhibir la inversión directa, el empleo y el consumo. Una de estas dos maneras de contener la elevación de precios tiene efectos en la recuperación, aún sin afirmar una situación postpandemia, puesto que ya se presenta la cuarta ola de contagios.
Una decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos ha sido reducir la compra de Bonos del Tesoro y otros activos “en vista de la recuperación de la economía” reduciendo la inyección de dinero circulante en esa economía, pero sin alterar -hasta ahora- la tasa de interés en 0.25%, lo cual indica que en ese país la inflación se observa como temporal y efecto normal de la paulatina rehabilitación económica.
La inflación actual en nuestro país no se debe al excesivo gasto público o salarios, ni a transferencias de programas sociales. La decisión del Banco de México de elevar la tasa referencial de 4.75% a 5% es asunto precautorio, sobre todo porque el incremento anual de precios al productor en octubre se ubicó en 7.3%, lo cual indica que las empresas reducen sus ganancias, ya que, en promedio, cargan con 1.1% real del aumento de precios al consumidor.
Además, esta decisión del banco central es también para no incentivar al traslado de activos financieros a otros mercados del mundo, con la consecuente depreciación y su impacto negativo en los precios finales.
El nivel de precios es controlable en un dígito y se estima que este fenómeno inflacionario es temporal, en tanto se ajusten cadenas de producción y distribución a nivel global. Las decisiones y estrategias de política monetaria deben tomarse y operarse con cautela.