La cuesta de enero... se prolonga hasta febrero
COMPARTIR
TEMAS
con la peor parte
De acuerdo con quienes administran las casas de empeño en la Región Sureste de Coahuila, la denominada “cuesta de enero” podría prolongarse este año hasta el segundo mes del año, según lo indica el volumen de personas que atienden cotidianamente y que acuden en busca de préstamos dejando en prenda algún bien de valor.
De acuerdo con los datos que publicamos en esta edición, las casas de empeño establecidas en la región han observado un incremento de hasta el 40 por ciento en la solicitud de préstamos prendarios, pero prevén que la demanda podría incrementarse aún más durante la primera quincena de febrero.
Teléfonos celulares, estufas, aparatos electrodomésticos y joyería serían los artículos que en mayor proporción son llevados hasta estos establecimientos, que cobran entre 20 y 25 por ciento de interés por los préstamos que realizan, por personas que les ven como su única posibilidad de obtener liquidez para afrontar una contingencia.
El volumen de préstamos solicitados por esta vía constituye, sin duda, un indicador importante de la condición en la que se encuentran múltiples familias que resienten la inflación, la disminución en sus ingresos y, en general, los estragos de la contingencia económica derivada de la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2.
El testimonio de quienes laboran en estos establecimientos da cuenta de ello pues, de acuerdo con su versión, muchas personas empeñan sus pertenencias para hacer frente a situaciones de salud y luego pierden las prendas depositadas por no realizar los pagos pactados.
Que una persona esté dispuesta a perder un artículo que le pertenece, a cambio de una fracción de su valor en el mercado habla, al menos en principio, de una situación de precarización de los hogares, situación que debería llamar la atención de las autoridades.
Y esto es así porque quienes acuden a los préstamos que se consiguen a través de una casa de empeño son las personas con menores posibilidades, es decir, quienes sólo pueden utilizar sus pertenencias personales para obtener la liquidez que requieren en un momento de necesidad.
Como suele ocurrir en toda crisis, eso implica que los más pobres son los que terminan cargando con la peor parte de una contingencia como la que atravesamos y cabría esperar por ello que les prestemos el auxilio necesario para evitar que, cuando lleguemos a la otra orilla, se encuentren en una condición peor de la que tenían al principio de la pandemia.
En un primer momento, la existencia de casas de empeño bien puede considerarse un alivio para quienes, frente a una contingencia, requieren de dinero en efectivo para hacerle frente. Lo importante en esos casos, sin embargo, es que puedan cubrir su adeudo y recuperar sus bienes.
Si eso no ocurre, como parece ser el caso, estamos ante un indicador claro de que, con toda probabilidad, al final de este período los pobres serán más pobres y los ricos serán más ricos.