La era del vacío

La era del vacío Acostumbramos los oídos y ojos a personajes impresentables. Convertimos su estatus de vida a un nivel de glamur. Vimos la pasarela del Met en Nueva York. Donde los transeúntes caen en la provocación del ridículo.

Segundos de cámara mundial. Hasta el blátido cuenta ya con su millón de seguidores. Se graba la sesión. Acción.

De la permisividad a la locura. Quienes cantan su pena ya no espantan. Millones de reproducciones para personajes andróginos, grotescos y mal hablados. Ya dejamos el circo romano de los congresos y el senado.

El pastel de porquería está servido. Los comensales no se han dado cuenta. En las listas de popularidad van al alza los hijos de la madrugada. Vida de hampón y sinvergüenza.

Salvaje de habladas. Hasta en los mismos grupos de criminales existió el código de ética. Ni los niños, las mujeres o los ancianos. Cualquier enajenado con fusil al hombro entra al supermercado, al hospital o a la escuela. Decide cauterizar sus dolores internos.

Adelante pase usted ilustre terrorista. Acabe con la vida de sus pares. Al contacto del gatillo con la falange, sus víctimas caen, explotan o cierran los ojos ante la masacre. Así se gasta, trunca o fustiga a quienes jamás encajaron en la sociedad.

Los irremediables. Las casas de salud mental, en promedio, solo tienen acceso para 80 personas por estado. Los otros millones, los desertores de la buena conciencia, van a continuar su caída al vacío.

En un mes más, Coahuila seguirá siendo priista y el Estado de México, de MORENA. Pasen ustedes al servicio de bar. Sirva una copa de sangre y brinde por la impunidad de siempre.