La recuperación económica a medias

México requiere una transformación económica total para poder revertir los resultados de pobreza obtenidos por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política del Desarrollo Social. El país, con una tasa de pobreza por ingreso del 52.8%, está en una situación complicada para el gobierno actual que prometió ayudar a los pobres, pues el porcentaje en dos años aumentó 3 puntos.

La primera falla es que los programas sociales no llegan a quienes deberían, sino que se quedan con los que ya tienen un ingreso o que no los necesitan verdaderamente. Más del 80 por ciento de los receptores de pensiones del bienestar son personas que ya tenían una pensión. Sin embargo, se podría argumentar que sin ese otro ingreso podrían caer todavía más en la línea de la pobreza. El dilema es si se mantienen o no esos programas porque ésta no era la intención sobre todo si se ve sobre una perspectiva política, donde un receptor de apoyos diferente podría sumar un voto.

La segunda falla es que el gobierno está intentando volverse el garante de la seguridad social utilizando recursos no renovables. Esto es, se están utilizando fondos que no volverán a recuperarse, dinero que no tienen manera de regresar a las arcas gubernamentales, aunque sea parcialmente. No es malo apoyar a los que menos tienen, eso nunca estará a debate. El problema es la forma porque poniendo dinero en las manos de los más necesitados no hay flujo circular para hacer que ese dinero incentive a la economía formal. Por ejemplo, en las zonas rurales, la gente compra más de la mitad de sus productos en mercados o lugares informales que no pagan impuestos. Tampoco los vendedores son lugareños, sino que son personas que van de otros estados a venderles, lo que no sería problema si pudiera darse un gasto en otros productos que pudieran crear nuevas formas de comercio local. En conclusión, esas regiones, que son más del 40% de los receptores de los apoyos sociales, no están creando mecanismos generadores de crecimiento económico, porque lo que reciben apenas es suficiente para sobrevivir y mal. Los mismos datos presentados por el Coneval nos dicen que los mexicanos ahora comemos peor que antes. Esto es incuestionable en dos sentidos, en el primero en las ciudades la pandemia y sus problemas de encierro se combatieron comiendo y viendo en la televisión o la computadora series. La revista Wired citó que, hasta el pasado mes de septiembre de 2020, el 74% del ancho de banda mundial lo ocupaba Netflix, no la investigación de universidades para combatir el COVID-19, no la ciencia para salir del problema, sino el Internet para combatir el aburrimiento. Comida más sedentarismo dio como consecuencia problemas de salud graves, que se han reflejado también en una mayor posibilidad de ataque del virus al ser más vulnerables por una dieta pobre, pero siendo realistas, los sueldos no alcanzan y los impuestos que recibe el gobierno, menos, por lo que los apoyos en este sentido del “bienestar”, no podrán ser nunca suficientes si no van acompañados de oportunidades laborales o de pequeños negocios locales que hasta el momento no se han dado, ni en las ciudades ni en las zonas rurales.

En tercer lugar, el gobierno quiere regular la actividad económica, cuando está comprobado que lo que debe hacer es todo lo contrario, desregular la actividad económica para que puedan participar más competidores en cualquier sector. La última ocurrencia fue crear el Gas del Bienestar, que hasta el momento no ha hecho su aparición para poder evitar que el precio del gas suba, para colmo como bienvenida al mercado, el gas al mayoreo volvió a subir, por lo que la empresa del gobierno se vio frustrada para entrar al mercado en su primer intento. Poner precios de garantía a los productos del campo tampoco funcionó porque empezó a generarse escasez de frijol y papa, que se quiso compensar con importaciones de baja calidad que no hicieron más que dañar al consumidor y volver a la estructura original del mercado.

El intento de omnipresencia gubernamental en la economía no ha tenido más que un sólo resultado parcialmente bueno, el aumento del salario mínimo, que por desgracia, ha detenido la velocidad de la recuperación en el empleo y no ha sido de gran ayuda para combatir la inflación que estamos viviendo en la actualidad. Ya se sabe que el gobierno federal actual quiere llevar el mínimo ahora a 171 pesos diarios, ya lo anunció como intención, habrá que ver si puede confirmarlo en las instancias oficiales y analizar las consecuencias en un momento de alta inflación como el que se vive actualmente.

La salida de la pobreza tiene caminos probados, no se entiende por qué cada presidente que llega quiere crear el suyo, tal vez por egolatría. China demostró que con inversión y productividad se van creando trabajos cada vez mejor pagados. En ese sentido dio a las empresas internacionales garantías de que había estado de derecho, al menos para los extranjeros, para producir sin restricciones. China sacó con esa política a 280 millones de habitantes de la pobreza en 30 años y sus sueldos duplicaron el poder adquisitivo. Ahora se dan el lujo de rechazar inversiones que no son convenientes para su política industrial. Gracias a ese rechazo, una parte de la inversión extranjera sigue viniendo a México. Vietnam y Laos están siguiendo esa misma política y generando crecimientos económicos por arriba del 4%, ese que prometió el señor que vive en Palacio Nacional hace ya algunos años. Cuando el mundo habla de quitar las barreras del crecimiento, en México hablamos de los “otros” datos de pobreza, que nadie tiene.