La voz de los haitianos
en Chiapas
COMPARTIR
TEMAS
Durante la semana de horror, violencia y racismo que han protagonizado la Guardia Nacional y otras autoridades migratorias mexicanas en el sur del país, entré en contacto con un grupo de activistas y abogados estadounidenses que han cubierto de cerca el dolor creciente de la comunidad inmigrante y de refugiados en Chiapas. La situación en Tapachula es aberrante. Si ya antes había reportes de esclavitud sexual y otros abusos similares en contra de la comunidad inmigrante, ahora la región se ha vuelto una olla de presión, con el desempleo, la pobreza y el racismo prefigurando un estallido cuyos primeros atisbos vimos estos días. En el centro de esta crisis está la población haitiana, que ha escapado de su país, roto hasta la médula.
En esta crisis migratoria, como en cualquier otra, lo importante es escuchar las experiencias de quien de verdad la sufre. Arturo Viscarra, abogado de migración de la respetada organización californiana CHIRLA, me compartió varios testimonios de haitianos que, desesperados, buscaban salir de Tapachula sólo para enfrentarse con la saña y brutalidad de la autoridad mexicana.
Aquí transcribo un par. Primero, la voz de una joven madre.
“22 días ya tengo de haber cruzado a México y estar en Tapachula. Somos tres, con mi marido y mi hijo. Ellos (se refiere a la autoridad migratoria mexicana) dicen que podemos cruzar por todo Chiapas. Comitán y Tuxtla son parte de Chiapas, ¿sí o no? Pero ellos no quieren dejarnos pasar. Yo no soy guatemalteca. En la mañana, en la plaza de Tapachula, los de inmigración nos toman a nosotros y nos dejan en la frontera con Guatemala. ¿Por qué hacen eso si ellos saben que nosotros estamos en la comuna y ya tenemos cita en Comar? Ellos nos dicen que son las órdenes de Biden. Orden de Estados Unidos. Eso nos dicen los de inmigración de México.
Ellos hacen las cosas por separado. En el camión hay inmigrantes de color blanco y los llevan a Tapachula. Y ellos vienen para acá (a la frontera) con nosotros los negros. ¿Qué somos? ¿Somos perros? No. No somos hijos de puta. Solamente porque en Haití hay problemas. No hay presidente y hubo un terremoto, pero somos humanos también. Nosotros tenemos derechos también. En Tapachula, créame, no hay vida. No hay casa. Hay mucha gente que duerme en las calles con niños”.
A continuación, la voz de un hombre, uno de los aparentes líderes de la comunidad haitiana en Tapachula. Explica, con dolorosa claridad, lo que ocurre ahí. “Lo que está pasando es que se están violando los derechos humanos. Los refugiados estamos en una situación difícil y si estamos aquí es porque nosotros estamos buscando una vida mejor. Entonces la gente que tiene un papel que dice ‘Tapachula, Chiapas’ no la pueden agarrar y meterla a un camión para llevarla a Guatemala. Eso es violación del derecho humano. Por eso estamos peleando. La caravana es para eso. Ellos (el gobierno de México) no quieren tomar una decisión sobre nosotros. Aunque estuvimos manifestándonos. Pidiendo que nos dieran oportunidad de salir. Un salvoconducto para salir y buscar cómo podemos trabajar, para comer porque hay que pagar casa y comer”.
Esa es la realidad de lo que vive la comunidad haitiana en el sur de México. No hay otros datos. La ausencia de oportunidades, vivienda y albergues dignos, de un trato sensible y eficaz en lo administrativo y de una larga lista de cosas parecidas deriva ya en una crisis que, de explotar, dejará una cicatriz profunda en la historia mexicana. De esas cicatrices que deja la combinación del racismo y la violencia. El gobierno de México debe actuar ya, sin dilación ni titubeos.