Lo malo es lo más fuerte
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Hace pocos meses, en mi consulta privada un matrimonio me visitó para solucionar algunos de sus problemas de pareja. Después de diez años de casados y con dos hijos, el marido me comentó: “Doctor, no entiendo a mi esposa y estoy frustrado. Para ella lo negativo es más importante que lo positivo. Trato de complacerla en todo, pero es imposible. Un ejemplo: Un fin de semana me levanto temprano le preparo el desayuno que le gusta. Se lo llevo a la cama. Le digo que descanse todo el día ya que yo me encargaré de los hijos. Dejo la cocina impecablemente limpia. Me llevo a los niños al parque. Al regresar la invito a comer al restaurante que le gusta. Toda la tarde la acompaño y vemos los programas de televisión que le gustan. Baño a los niños, les pongo el pijama, preparo la cena. En otras palabras, pongo todo mi esfuerzo en darle lo mejor por amor. Sin embargo, tuve un pequeño descuido en la cena. Al tener todos los platillos listos en la mesa, me sirvo limonada en mi vaso, pero olvidé servirle a ella. Entonces empezó el tsunami. Me reclamó con gritos que soy un egoísta, que nunca me acuerdo de ella y que la tengo abandonada. ¿Cómo? ¿Por qué un pequeño error vale más que los 20 actos de amor que hice por ella?”.
La respuesta es muy simple. El cerebro humano exalta más lo malo que lo bueno. Desafortunadamente, las emociones negativas son más fuertes que las positivas. Estudios realizados por el doctor Roy Baumeister, profesor de Psicología de la Universidad Estatal de Florida en Tallahassee, afirma que el cerebro se activa más fuertemente ante situaciones o experiencias desagradables y se almacenan permanentemente en nuestra memoria a largo plazo. Es común observar en una pelea de parejas que recuerden todos los eventos negativos que sucedieron hace años. Nunca podrán ser borrados del cerebro.
Cuando se afirma que lo malo es más fuerte que lo bueno se refiere al fenómeno psicológico y emocional de que las cosas malas tienen mayor impacto en nuestro cerebro que las buenas. Lo malo se refiere a las situaciones que producen dolor, irritación o disgusto. La diferencia entre un matrimonio feliz y otro arruinado está en el equilibrio entre las experiencias positivas y negativas durante su vida. La proporción, aunque injusta, debe ser 5 a 1. Esto significa que si deseamos una relación estable y próspera debe existir cinco o más interacciones positivas por una negativa. Estas interacciones negativas no necesariamente deben ser dramáticas. Un cambio de voz o ignorar o no tomarle la mano pueden contar como un evento negativo. Algunos terapeutas matrimoniales comentan que una de las causas más importantes de los divorcios es que la balanza está más pesada en lo negativo que en lo positivo. Y uno de sus trabajos más importantes es que la pareja pueda reconocer las acciones positivas que hace su cónyuge, ya que la mayoría de ellos no lo ven como un acto de amor sino como su responsabilidad. Preparar la cena, cuidar a los niños, ayudarles hacer la tarea, tener una casa impecable, tener el sostenimiento económico del hogar son algunos ejemplos de acciones positivas que la pareja debe apreciar, sin embargo, para muchos de ellos es una obligación y no deben ser tomadas como algo positivo. Esto, según los terapeutas, incrementa las fricciones entre la pareja y detonan las separaciones.
Teniendo en cuenta que lo malo tiene mayor impacto que lo bueno, uno de los consejos más importantes para todas las parejas no es “hacer las cosas buenas” sino “no hacer las cosas malas”.