Los contagios siguen, pero frenar no es opción
COMPARTIR
TEMAS
en condiciones que
no impliquen
la parálisis colectiva
“Es impensable que las empresas puedan parar, no lo soportarían económicamente, apenas están recuperándose, están viviendo la inflación desproporcionada que se está viviendo en la industria y un golpe adicional de pararlos por una exposición serían terribles”.
El diagnóstico puntual que realiza Mario Ricardo Hernández Saro, presidente de la AIERA, retrata la paradoja que vivimos en el momento actual en que el repunte en los casos de contagio por la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 se alza como una amenaza para la continuidad de las actividades económicas, pero detenerlas parece una opción aún peor.
Debido a ello, de acuerdo con el líder industrial las empresas de la Región Sureste de Coahuila están destinando recursos extraordinarios –algunas de ellas hasta 300 mil pesos mensuales– a la realización de pruebas para sus empleados y en medidas adicionales de prevención.
No es el único sector que se enfrenta a esta disyuntiva: los comercios, la industria restaurantera y las escuelas, por citar algunos casos, también tienen frente a sí el problema que implica el hecho de que la realización de sus actividades cotidianas representen un riesgo de diseminación del virus pero, al mismo tiempo, tienen claro que la suspensión de sus actividades podría ser una decisión fatal.
Está muy claro, desde hace un buen número de meses, que un confinamiento al estilo del que vivimos durante el segundo trimestre de 2020 es una opción inviable, sobre todo porque aún no logramos recuperarnos de las consecuencias económicas que tuvo ese episodio.
Sin embargo, también está claro que la variante Ómicron del coronavirus representa un riesgo importante de salud pública, pese al avance en el proceso de vacunación en México.
Entonces, si es evidente que frenar la economía es imposible, porque las consecuencias serían peores, lo que necesitamos es una alternativa que permita enfrentar en las mejores circunstancias el momento actual y eso demanda, sin duda, una intervención más agresiva por parte del sector público.
¿Qué quiere decir esto? Que el sector productivo debe ser apoyado con los recursos necesarios para garantizar el sostenimiento de sus actividades en condiciones que reduzcan a mínimo posible la propagación del virus. En otras palabras, se requiere una fórmula para la construcción de la “nueva normalidad” que implique convivir con la pandemia en condiciones que no impliquen la parálisis colectiva.
Las empresas, sobre todo las medianas y pequeñas, de las cuales depende la mayor cantidad de puestos de trabajo, no pueden hacerlo solas, es decir, no pueden asumir por completo el costo que implica adaptar sus procesos a las condiciones que impone la pandemia.
Pisar el freno hasta el fondo no es una opción. Pero tampoco lo es ignorar que seguimos en condición de crisis sanitaria. Ambas circunstancias deben asumirse y, en consecuencia, diseñar una solución para hacerles frente.