Los datos dicen
otra cosa
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No por declaraciones optimistas el rumbo de la economía cambiará y menos con políticas económicas mediocres. El habitante de Palacio Nacional dijo que no estamos en recesión y que el producto interno bruto crecerá 5%. También dijo que no había recesión porque había bienestar. No diré que ambas aseveraciones son mentiras porque la primera de ellas es una verdad a medias y la segunda es un pronóstico sin fundamentos. Algunos lectores podrán decir que los economistas somos muy dados a dar cifras y después justificar por qué no se cumplieron y que, por ello, el Presidente está en su derecho. Correcto y no argumentaré más. Sin embargo, estas declaraciones dan para un poco de análisis.
En términos estrictos estamos en una recesión técnica, ya que llevamos dos trimestres consecutivos con un decrecimiento del producto interno bruto (PIB) trimestral, tal como lo dice la teoría. El último dato sostiene que el PIB fue de -0.1%. Nominalmente es muy poco y en cierta forma tampoco es para hablar de un desastre (todavía). El rumbo económico eso sí, ya está más que demostrado, es incorrecto. Ya lo dijo un ex lopezobradorista, Carlos Urzúa, quien fue secretario de Hacienda, ni en 90 años habíamos tenido un trienio tan malo en la economía como los primeros tres de esta administración federal.
Hablar de que no hay recesión porque hay bienestar es una mentira que hiere. Ya para 2021 hay 3.8 millones de nuevos pobres y aumenta en 15 millones de mexicanos los que no tienen acceso a la salud, de acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Tampoco hay una justificación racional por esta argumentación relacionada al discurso tan insípido del bienestar. Lo peor de estos datos es que en plena pandemia, menos mexicanos tienen acceso a la protección necesaria que debe brindar el estado en la parte física del individuo. No olvidar que México es el quinto país con más muertes por COVID-19 a nivel mundial. Con los datos proporcionados por el Coneval podemos entender por qué estamos tan mal en la pandemia y ocupamos este deshonroso lugar. La noción del primer año presidencial de un “pueblo pobre pero feliz, feliz, feliz” ya no se menciona porque era una gran falsedad ya que no se puede vivir en la miseria y ser feliz cuando uno ve a sus hijos con carencias, que no hay empleos o que la infraestructura se cae a pedazos.
Un crecimiento del 5% en el PIB para este 2022, además de ser parte de una fantasía, es muy poco probable (imposible). Las razones abundan; poca inversión directa, desconfianza de los inversionistas en el marco legal mexicano que no se respeta, la falta de infraestructura y para poner la cereza en el pastel, un sistema fiscal atroz con el que arriesga su dinero: el empresario. A ellos se les carga la mano por parte de un grupo político que en su vida han sido capaces de trabajar fuera de ese ámbito y no entienden lo que significa generar empleos, servir a un mercado y hasta lidiar con los diferentes niveles de gobierno del que ellos forman parte. Por ejemplo, la famosa “carta porte” que vino a complicar la logística de las empresas haciendo todavía más burocrática la fiscalización, pero demostrando la incapacidad del gobierno federal para crear condiciones de seguridad en las carreteras y mejorar las condiciones para que surjan más empresas. El punto de partida fue, si la mercancía ilegal se mueve en las carreteras, controlemos a los trailers, cuando todos sabemos que la corrupción en las aduanas, o el robo en carretera es el problema. Pero no, la mentalidad es cargarle al empresario tantas más responsabilidades como sean posibles en lugar de arreglar de tajo el factor principal que es la inseguridad generada por los grupos criminales y la corrupción que los datos demuestran, no se ha terminado.
La inversión fija bruta, esa que genera empleos y que son los activos empresariales productivos, muestra desde julio de 2018 una caída sostenida en su indicador. Esto es, ya se tenía el problema de falta de confianza en esta administración y se acrecentó por la pandemia. Ya no ha habido recuperación y tampoco se avizora una tendencia contraria en el mediano plazo. El indicador ha venido a la baja desde los 118.8 puntos (2013=100) hasta los 93.3 puntos en octubre del 2021, último dato disponible. Lo que muestran estos datos simplemente es que cada vez hay menos inversión empresarial y cómo consecuencia, menos empleos, menos personas que pagan impuestos, menos oportunidades. Esto es, una situación complicada como la que se tiene.
Cuando se le pidió al Presidente que apoyara a las empresas y a los trabajadores y que se negó a hacerlo porque dijo que no ayudaría a los ricos a ser más ricos, ocasionó dos daños importantes en la economía. Por un lado, el efecto fiscal de esa decisión la estamos viendo hoy, hay menos ingresos fiscales simplemente porque hay menos empresas (desaparecieron 400 mil de acuerdo al propio INEGI) y desde luego, menos empleos disponibles. En consecuencia, el gobierno tendrá menos contribuyentes de los que pagan todos los impuestos pues los informales, que ya representan el 56.5% de la base laboral, sólo pagan los impuestos al consumo. Así no se puede. Por el otro lado, la concentración empresarial emanada de la disminución de la competencia, ha creado monopolios en algunos sectores, que han dado como resultado el aumento de precios por el control ejercido sobe los mercados por parte de estas organizaciones, que en menos de un año vieron reducirse su competencia drásticamente. Por ello, una parte del proceso inflacionario actual fue generado directamente por la falta de políticas económicas correctas del gobierno federal en 2020. Esta concentración empresarial ahora actúa como un freno a la llegada de nueva inversión, pues no existe un libre mercado.
En conclusión, no hay bienestar por ningún lado puesto que cada vez más personas tienen que vivir de las dádivas gubernamentales, porque no hay condiciones para generar empleo. Pensar que creceremos al 5% es literalmente irrisorio porque no hay la mínima condición para ello. No habría necesidad de una consulta para la revocación de mandato si sólo se tuvieran que evaluar las promesas cumplidas o incumplidas de nuestros gobernantes. Imagine usted a los políticos teniendo que cumplir lo que prometen, ese sí, sería un mundo de bienestar y gran crecimiento económico. Por lo pronto, a vivir en el surrealismo kafkiano lopezobradorista, porque esa es la realidad que plantean los datos.