Melodías fragmentadas: La magia del poeta
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“Las melodías fragmentadas del Pandemónium” (Literálika, 2019), de Andrés Rodríguez López, es un libro que recupera diversas tradiciones literarias para engarzar historias en un mundo fantástico y pesimista. En una especie de medioevo ficticio, habitado por caballeros, brujas y monstruos, los personajes enfrentan en los campos de batalla a sus peores enemigos y a la par luchan con los avatares de su propia condición. Aunque no todos son humanos, padecen, al igual que nosotros, las desventuras de la fragilidad, la ambición y el poder. Este recurso es el que finalmente acerca a los lectores a una realidad compartida: a través de la ficción, el autor pone al descubierto los miedos y las pasiones universales.
La ambientación de la obra me hace pensar en un paisaje dantesco del infierno en vida. La muerte, la enfermedad, la inestabilidad política y la decadencia se hacen notar tanto en las escenas como en el lenguaje. Hemos crecido con el mito del oscurantismo medieval: la caza de brujas, la imposición religiosa, el supuesto nulo avance de la ciencia a la par de los genocidios y epidemias. Aunque también sabemos que fue la época en la que nacieron las lenguas romance, se estudió la filosofía clásica y se sentaron las bases del futuro renacimiento (un renacer no surge de la nada). Andrés juega con este imaginario colectivo medieval reforzado a la par por el cine y la literatura. No es el medioevo europeo histórico, pero sí el que entre todos hemos construido a través de la imaginación y los relatos.
Uno de los elementos más innovadores de la obra es su estructura. El escritor hace un guiño a clásicos como “Don Quijote de la Mancha”, que tienen el efecto de las muñecas rusas: una historia dentro de una historia. Al inicio del libro el lector conocerá a un personaje que trata de compilar las narraciones de una extraña juglaresa. Él se llama Artherio Rimor (que me recuerda a Andrés Rodríguez, el joven autor y estudiante de Historia) y firma como historiador de la Academia de los Pergaminos Apócrifos.
Después del prólogo de Artherio, el lector se enfrenta al primer capítulo, o sea una narración de la juglaresa: Los tedios del ritual. Aquí, una bruja devoradora de niños es requerida por un héroe que desea conocer el porvenir. A través de un ritual oscuro y demoniaco, la bruja Cronen enciende unas velas que van augurando escenas y momentos claves. Así, cada fuego genera, a su vez, una historia aparte, como si la luz abriera una ventana (o destapara a la muñeca dentro de la muñeca). Cada vela se “manifiesta” y el lector conoce a la par las desventuras de nuevos personajes que toman la batuta narrativa.
Entre las relaciones de intertexto es imposible no pensar en los antiguos relatos de caballería, como los del Amadís de Gaula, Roldán o Beowulf, que está más hermanado con “Las melodías fragmentadas”. Aunque este libro tiene inquietudes más de nuestro siglo, como el lugar de cada quien en el mundo y los límites de la naturaleza. La estructura peculiar me hace dudar si es en verdad una novela o un conjunto de cuentos. La frontera narrativa quedó abierta.
La aparición de la magia tampoco me deja tranquila del todo. La confrontación de este elemento fantástico (que se ha colado, también, en nuestro mundo “real”) con el recurso de la poesía es una combinación fuerte. La juglaresa es quien realmente da vida al universo planteado. Es la canción quien une y encadena las historias, quien da sentido aunque las melodías estén “fragmentadas”, pues la vida es igual de incompleta.
Andrés Rodríguez retoma el difícil y no siempre valorado género fantástico para exponer sus preocupaciones más sólidas como escritor. Inicia con una ópera prima que lo compromete a adentrarse en el universo narrativo con confianza e imaginación. ¿Habrá más historias perdidas de la juglaresa? ¿Conoceremos otros mundos “envenenados” como este? Habrá que esperar a que “Las melodías” se esparzan por nuestro espacio y tiempo.