Mercado laboral mexicano en problemas
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No es sorpresa que en diciembre la ocupación en el mercado laboral informal llegó a 56.5%, la tasa más alta de los últimos 27 meses. Como lo lee, este gobierno en lugar de reducir este problema grave, lo está dejando crecer de una manera muy importante. El dato es relevante por el impacto que tiene en el consumo, en la recaudación fiscal, en las pensiones y en lo que usted y yo pagamos ahora.
El mercado informal de trabajo se caracteriza por salarios más bajos que el sector formal y la falta de pago de prestaciones de ley y desde luego, la falta de pago de impuestos. Es una salida relativamente buena para una persona desempleada ante la falta de oportunidades en las empresas que están establecidas formalmente. Las razones para que un trabajador vaya a la informalidad van desde la falta de oportunidades laborales en una economía deprimida como la de México en este momento, hasta la posibilidad de trabajar en horarios más flexibles. Sin embargo, los negocios informales al no pagar impuestos ni prestaciones, ponen a la economía de una nación en una situación muy complicada.
El consumo es uno de los factores más afectados. A octubre de 2021, el consumo sólo creció 0.2% con respecto al mes anterior, pero aún sin alcanzar ni el 80% del promedio que teníamos antes de la pandemia. El efecto es claro, dado que los salarios son menores en esta parte de la economía, el consumo es prácticamente de subsistencia para estos trabajadores. Además, hay que agregar en este rubro la erosión causada por la inflación, por lo que los salarios son bajos y pierden poder adquisitivo por ese fenómeno. Si no hay apoyo gubernamental y se frena el terrorismo fiscal, aunque se diga que no lo hay, el consumo seguirá cayendo aún más.
Otro factor que de inmediato emerge por la informalidad, es la carencia de un plan de pensiones. Los trabajadores, de acuerdo a su edad, más tarde o más temprano, tendrán que usar su pensión para poder allegarse un ingreso. Sin embargo, los trabajos informales no pagan prestaciones ni contribuyen por consecuencia al pago de pensiones de los trabajadores, lo que a la larga genera una carga para el estado, o para los familiares que tendrán que darle dinero a esa persona cuando ya no trabaje. Además, las interrupciones en las contribuciones de los trabajadores, hacen que se pierda dinero, no sólo para quien trabaja sino para todo el mercado laboral. Dado que en este momento todavía conviven dos sistemas pensionarios, hay quienes necesitan que más gente trabaje para que haya dinero suficiente para el retiro. El IMSS reporta que hay 4 millones, 390 mil jubilados, pero se van incrementando año con año por el envejecimiento natural de la población, pero no crecen de la misma forma ni los recursos ni los contribuyentes al sistema.
Otro factor sobre el cual actúa de manera más directa y con un impacto negativo mayor, es sobre los ingresos fiscales del país. Si más de la mitad de los trabajadores no paga impuestos sobre la renta por lo ingresos derivados de sus trabajo, ese dinero potencial no llega a las arcas gubernamentales y por eso hay un gobierno “pobre”, pero a todos los niveles, no sólo federal sino también estatal, que depende de las transferencias federales y ni que decir de los municipios que reciben todavía menos. Este hecho obliga a todos los niveles de gobierno a pedir prestado a las instituciones de crédito para poder hacer frente a las necesidades ilimitadas de la población. Por ello, la deuda pública está creciendo, y ya llega a prácticamente al 52% del producto interno bruto nacional. Bajo estas condiciones, no habrá dinero suficiente ni siquiera para poder darle mantenimiento a la infraestructura existente, y ni mencionar la creación de infraestructura nueva. La pregunta obliga es entonces, de dónde saldrán los recursos para pagar los programas sociales y los gastos más básicos del estado. La respuesta es muy simple, de los mismos que siempre pagamos impuestos, no hay más. De una vez considérelo, el año que viene tendrán que subir los impuestos para las empresas y para los trabajadores porque simplemente el dinero no alcanza ya para salir adelante con los megaproyectos presidenciales que han aumentado cuando menos en un 30% de su costo original e indudablemente, tampoco servirán de mucho para propiciar un ambiente de crecimiento económico y confianza para la inversión.
Es un hecho, habrá que pagar más impuestos porque además, el 2024 será un año de elecciones y para poder sostenerse en el poder y demostrar que la economía se encuentra “muy bien” se tendrá que pedir dinero prestado a los bancos internacionales y casi seguro, también aumentar los impuestos, para de esta forma, aumentar el circulante y generar una mayor sensación de bienestar y riqueza. El mercado informal es bien sabido, es una base importante de votantes para los grandes partidos que han dirigido los destinos del país, tanto para Morena como para el PRI. Por ello, buscar una mayor contribución fiscal de este sector nunca ha sido una alternativa por que iría en contra de toda lógica política.
En conclusión, el mercado informal crece más rápido que el mercado formal. Ya es evidente y crece al mismo ritmo casi que la pobreza. Es posible poder encontrar relaciones entre ambas situaciones, pero sin pensar mal ¿podría ser una estrategia para que haya más votantes del partido en el poder? No creo, ya que los programas sociales no los condicionan, o al menos eso dicen.
El mercado informal ya es demasiado grande para poder pensar en una corrección durante lo que resta de este sexenio. En él han florecido la pobreza y la desgracia social representada por la mala alimentación y la enfermedad. Ahora que estamos en pandemia, el que la gente no tenga prestaciones sociales por trabajar en la informalidad es todavía peor que antes. Hay 4% más de trabajadores informales que sólo sobreviven, sin ninguna protección social y que al carecer de servicios de salud, han quedado a merced del virus. Nada ha cambiado en los últimos tres años, así lo demuestran estos datos, porque ahora sí, no hay otros.