México mágico
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Escribo estas líneas el domingo 22 de mayo. El día, para fortuna de todos, amaneció gris y nublado. La poca lluvia fue al menos un paliativo para este reseco desierto el cual nos va a secar. Tarde o temprano, pero nos va a secar. “¿Primavera en el surco?/ ávida lagartija/ Todo lo engulle”. El poema es un haikú perfecto, siguiendo la tradición japonesa del triángulo isósceles. Se titula precisamente “El desierto” y es de la autoría del escritor Frank Stinkfoot, amigo a la vez, íntimo de un viejo conocido de este escritor el cual me dispensa su amistad: don Antonio de Galicia.
Aquí en el desierto, el rancio Frank tiene razón, hasta las lagartijas mueren de sed y todo, todo lo engullen para sobrevivir. Escribo estas notas el domingo 22 de mayo. Casi toda la semana, un infierno. Monterrey a 42 grados. Monclova a 44 y Saltillo a 39/40. Y usted lo sabe: los incendios forestales nos sitian. Por todo lado y lugar. Hoy, la portada de VANGUARDIA me ha afectado notablemente. La portada de un diario de la localidad, igual. La “cabeza” periodística de este diario fue la siguiente: “Arrecia incendio en Cañón de San Lorenzo”.
A media plana, una fotografía del maestro Héctor García ejemplificaba y sin palabras (el buen, el extraordinario texto fue de Andrea Palacios) la magnitud de aquello: postrados, de rodillas o inclinados, en alabanza, varios vecinos/ habitantes rogaban, pedían “piedad” ante el incendio. Lo anterior en Sierra Hermosa, es decir, ya Arteaga. La bella Arteaga de la cual, ya poco o nada queda.
Y justo, justo cuatro días antes había mandado un hilo de dos o tres mensajes cortos SMS a varios contertulios bajo el siguiente palio, ya no tengo el mensaje en mis archivos pero la idea era la siguiente: “hemos retrocedido 12 mil años en el tiempo. El gobierno o los sacerdotes le piden lluvia al espíritu santo, a la divina providencia, a Ra, a Quetzalcóatl o a Zeus”. ¡Puf! Caray, lo anterior se cumplió rápidamente: la fotografía del maestro García es de campeonato y de concurso: en el fondo, la serranía ardiendo; en primer plano, humanos pidiendo ayuda y clemencia divina para invocar la lluvia.... Como hace 12 mil años, cuando surgieron las primeras comunidades agrícolas (entre ellas, Gobekli Tepe).
Me da harto dolor lo anterior. No hemos avanzado nada. Bien lo dijo el maestro Karl Marx, la religión es el opio de los pobres. El gobierno ineficiente pide orar para hacer llover, las comunidades van en procesión y sacan a pasear a los santos y piden lluvias para sus cosechas o para apagar los devastadores incendios. Ese mismo día, el Obispo de Saltillo, quien me cae bien, seamos francos, el neolonés Hilario González, en entrevista con Suriel Elizondo en las páginas de locales, decía: “El reto es volver a llenar los templos”. ¿Cuál sería el objetivo?, ¿el diezmo?
La Iglesia, como siempre, no ofrece nada de profundidad ni caminos posibles. Las pandillas se enfrentan diario (jóvenes drogadictos y perdidos), se matan a golpes (es literal), los embarazos de adolescentes es uno de los principales y graves problemas citadinos y el mayor: Dios no escucha plegarias. Al parecer, ni Quetzalcóatl, ni Zeus ni Afrodita, ni...
ESQUINA-BAJAN
Como bien lo decía en el ISER y con su voz de trueno, el maestro y sacerdote Antonio Usabiaga, “andamos por puertas mi escritor y periodista. Eso de colgar rosarios benditos en el retrovisor de un auto de medio millón de pesos, ¿cómo para qué, el auto sabe rezar?”. Ah viejo sabio y gruñón don Antonio. Todas sus enseñanzas y críticas siempre se han cumplido a la fecha. Hemos retrocedido 12 mil años en el tiempo: sólo se nos ocurre rezar para pedir ayuda divina... pero no se le exige al tristemente célebre Humberto Moreira cuenta alguna por ser el principal latifundista y depredador territorial en Arteaga, según la saga de textos de Luis Carlos Plata.
Todo, todo está imbricado con todo. Una y otra vez en este generoso espacio de VANGUARDIA le he hecho hincapié en la influencia terrible del clima infernal en nuestra vida y entorno inmediato. Se lo he ejemplificado y le he aportado datos, todo ello en voz de mis autores favoritos, los cuales como yo, renegamos del infierno dantesco en lo cual se ha convertido el mundo hoy. A más de 28 grados centígrados (Celsius, pues), decía Emanuel Kant, no se puede pensar ni escribir: sólo quedan los placeres de la carne.
Pues bien, la investigadora de la UNAM, Selenne Verde Tinoco, en entrevista ha advertido: “el aumento de la temperatura (por el cambio climático) repercute en la frecuencia cardiaca, la temperatura corporal y la oxigenación, lo que impide dormir más de seis horas”. Perdonadme lectores, pero siempre se los he dicho. En uno de sus mensajes cifrados y con una economía de palabras dignas de elogio, Luis Carlos Plata me dijo: “A más de 30 grados, master, es casi imposible pensar coherentemente”. Le creo.
Ahora lea usted lo siguiente: “No se puede exigir el mismo nivel de actividad a alguien que trabaja en un sitio con veinte grados de temperatura que a otro que tiene que moverse con más de cuarenta grados”. Sí, es Fernando Savater, filósofo y escritor.
LETRAS MINÚSCULAS
Hemos retrocedido 12 mil años. Aún le pedimos a Ra, a Zeus o al espíritu santo... lluvia. ¿Y las políticas de reforestación, climáticas y ecológicas?