¿Monetaria o monetarada?
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Por casualidad, en el mejor de los casos, o por malicia en el peor, quienes han manejado la política monetaria en México (Banxico) por tres décadas nos han hecho creer que el mandato de ese banco central prácticamente les prohíbe tener influencia o injerencia directa sobre algo más que la inflación y la supuesta “estabilidad de precios”. De acuerdo con el artículo 28 de la Constitución, es claro que el objetivo prioritario de Banxico se enfoca en “procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional”, pero la Ley de Banxico también habla de “promover el sano desarrollo del sistema financiero y propiciar el buen funcionamiento de los sistemas de pagos”. No se habla de procurar el pleno empleo o el crecimiento económico. En realidad, el alcance de una política monetaria, en su definición amplia, no se limita solamente a preservar el valor de la moneda. Es el diseño mexicano el que limita que una entidad como el Banco de México, equipada con algunas de las mentes más brillantes en materia económica que hay en el País, convenientemente ignore que son ellos y sólo ellos quienes tienen a la mano el arsenal de una verdadera autoridad monetaria. Estamos atorados en un tira-tira (al estilo del beisbol) donde sabemos que se necesita ampliar el mandato del banco central para mejorar su coordinación con la autoridad fiscal y para ser un factor relevante en la promoción del crecimiento y desarrollo económico del País, pero nadie quiere decir o proponer nada porque todo se considera un atentado a la autonomía del banco. Es decir, erróneamente se considera que ajustar la misión y objetivos del banco es automáticamente un golpe a su autonomía.
Así, podríamos algún día leer una ley de Banxico que dijera que sus objetivos de inflación contribuyen a respaldar políticas económicas del País dirigidas al pleno empleo y al crecimiento económico, con una autoridad monetaria preocupada por algo más que sólo el valor del peso. Sobre esto último, los monetaristas duros y ortodoxos mexicanos (que parecen ser el 90 por ciento o más de quienes tienen al menos un curso de economía en su currículum) se hacen de la vista gorda. Saben que las decisiones de los noventa (apertura comercial y tratados aprobados al mayoreo y sin cuidar a la planta productiva nacional) nos sentenciaron a que las metas de inflación estuvieran necesariamente atadas a los precios internacionales, a las importaciones, y por eso se convirtieron en guardianes celosos (enfermizos) del peso. Saben que en una economía plagada de oligopolios públicos y privados, que depende de importaciones, la última línea de defensa es un peso relativamente fuerte que permita importar inflación baja que promedie los aumentos −por encima del objetivo del banco− de precios domésticos que se dan en bienes y servicios en los que el consumidor no tiene opción por falta de competencia.
Así llegamos a 2021, donde se alinean las condiciones para una “estanflación” en México (aumentos de precios mundiales, que generan inflación en México y una economía estancada, sin incentivos para crecer) y un banco central que no tiene más alternativa (o incluso voluntad) para nada más que para subir tasas, inflar el peso, seguir frenando una economía ya de por sí atorada y perpetuando las condiciones para mayor dependencia de importaciones, ahorcando aún más a la planta productiva nacional. Se les olvida a esas mentes brillantes que la política monetaria es usada para alinear incentivos que modulen la inversión y se traduzca en crecimiento, que es lo que en países normales genera la inflación. En México no, nadie parece preocupado por incentivar la inversión y la inflación no proviene de una economía boyante; nunca en los últimos 30 años ha habido actividad económica que justifique que la autoridad monetaria suba tasas de interés; las suben por otros motivos. El banco central, lleno de los currículums más privilegiados del País, de pronto se da cuenta que está parado en la esquina más lejana de la puerta del cuarto del que acaba de pintar el piso. Banxico se convierte en la inútil estación de bomberos del pueblo, armada sólo con mangueras y que, ante la inundación que azota a su pueblo, no sabe otra receta más que la de echarle más agua a las casas que ya están inundadas. A esos bomberos les dijeron que sólo pueden echar agua y no está en sus objetivos rescatar a los pobladores que se encuentran guarecidos en las azoteas de sus casas, sin lanchas ni salvavidas. ¿Será que lo que debería ser la política monetaria de México, a cargo de los cuadros más capaces del medio económico nacional, haya acabado convertida en política “monetarada” porque quienes la manejan usan un librito que simplemente no aplica a la realidad que impera en el País?
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com