No es un conflicto. Es la guerra: destrucción y muerte
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Hay palabras que llevan en su vientre el significado de otras. Palabras que expresan una cosa, la definen, pero cargan consigo algo más. Es el caso del término “sorteo”. Un procedimiento en el que entran en juego la suerte y el azar. En cambio, en el término “suerte” no está necesariamente involucrado el azar.
Como en el caso de sorteo, ocurre con la palabra “guerra”. En esta existe el conflicto, enfrentamiento entre unos y otros. En el conflicto se presentan situaciones en las que personas con diferentes intereses se confrontan y emprenden acciones mutuamente antagonistas. Su propósito es dañar o eliminar a la parte contraria y conseguir los objetivos de cada uno de los grupos en pugna.
La guerra, que lleva en su seno el conflicto, es una lucha que, continuada, perseverante, deriva en actos violentos. La guerra nos lleva al significado de devastación, destrucción y muerte. A las imágenes que implican todos estos términos: familias separadas, hombres y mujeres asesinados, ciudades reducidas a escombros. Donde antes florecía la esperanza, la ilusión, la vida, se convierte en un escenario apocalíptico.
Por ello choca el que al hablar de la guerra de Rusia contra Ucrania, la clara invasión del primer país, poderoso,
con un armamento y un grupo militar extraordinario, se aluda a un conflicto y no a una guerra.
Referirse a ello como un conflicto lleva, en el sentido más ordinario de la connotación general, a una simple oposición entre grupos o un desacuerdo. No hay tal. Se trata de una guerra.
Usar la palabra guerra es retratar lo que de verdad está ocurriendo: hambre, desplazamiento y muerte ocasionados por un poderoso país sobre otro, que violenta la soberanía, la autonomía de otro y, lo más sagrado del ser humano, la vida.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, se respalda ignominiosamente en las palabras “operación para la paz”. Las claras y abiertas mentiras del “genocidio en Ucrania” o la “nazificación de Ucrania” tienen, no podríamos creerlo, pero lo tienen, interesados respaldos.
Quienes se contentan desde fuera con la invasión de Rusia son capaces de manipular a su conveniencia el mensaje informativo. Una caricatura mostraba hace unos días a un presidente de Estados Unidos, Joe Biden, enojado porque “Putin no debía estar invadiendo países, siendo que Estados Unidos debiera tener el privilegio de hacerlo”.
La caricatura, festejada en un programa de televisión nacional, en un canal público, no hace sino eludir una postura ética frente al invasor y frente a las armas del invasor. Capitalizan, sin duda, la
historia de nuestro País con respecto al vecino del norte, pero en este caso no tiene por qué presentarse una referencia. En este momento, la posición de rechazar la invasión de Rusia es una cuestión
de ética.
Por supuesto, nuestra historia con respecto a Estados Unidos tiene su espacio; tiene su lugar en medio de las discusiones que ahora mismo están en juego con respecto a lo que ocurre en Ucrania, víctima de la injusta e inaceptable invasión armada de Rusia.
Al final, la historia pondrá a cada cual en su lugar. Nos corresponde comprender el significado de los acontecimientos, los históricos y los actuales, cada uno en su plano, y tomar posiciones que estén del lado correcto que dicta la decencia humana, en unos y otros.
DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER
Hoy, 8 de marzo, se conmemora un
día dedicado a las mujeres en todo el mundo. Grandes pasos se han dado en las sociedades para lograr el respeto a la dignidad de la mujer, pero aún falta mucho por avanzar.
Este es un tema de todos los días. En México ganar cada vez más espacios públicos es sin duda importante logro. Pero la casa, el seno del hogar, sigue siendo un espacio en el cual todavía no se consigue acabar con el machismo.
El que se considere a la mujer como una igual sigue siendo en el terreno privado y familiar una asignatura pendiente. Cuando unas y otros puedan lograr ese equilibrio sin necesidad de acudir a los extremos del péndulo, la sociedad será verdaderamente igualitaria.