Nueva Biblioteca ‘Carlos Manuel Valdés’ en la UAdeC
COMPARTIR
El próximo sábado 23 de abril se celebrará el Día Internacional del Libro y el Derecho de Autor, promulgado por la Unesco en 1995 para celebrar a los libros, fomentar la cultura y afianzar la propiedad intelectual. La fecha tiene sus antecedentes en Barcelona por ser el día en que los catalanes celebran la fiesta de su santo patrono Jordi y practican una bella costumbre desde hace casi 100 años: regalarse entre ellos una rosa y un libro para celebrar el amor, la amistad y la cultura. España, incluso, entrega ese día el Premio Cervantes, el mayor galardón otorgado a los autores de habla castellana. En México, la fecha es de escasa importancia, quizás porque el 12 de noviembre celebra su propio Día Nacional del Libro.
Hablar de libros es hablar de bibliotecas y Saltillo tiene hoy un gran motivo para celebrar a unos y otras: la muy valiosa donación de cinco mil libros de historia que hizo el historiador Carlos Manuel Valdés de su biblioteca personal a la escuela que él mismo fundó en la Universidad Autónoma de Coahuila, la Facultad de Ciencias Sociales. Y no sólo hay que celebrar la donación de Carlos Manuel, a título gratuito, además de esa colección especializada de su biblioteca privada, tan especializada que incluye una serie, muy difícil de reunir, de 70 crónicas del siglo 18, relativas todas a países de América, una colección única y muy valiosa por su unidad temática y cronológica, que para él en lo particular y junto con el resto de la colección debió significar tanto por su vocación de historiador y su quehacer de investigador y maestro dedicado a la enseñanza de los jóvenes, futuros historiadores. Pocos realizan en vida un acto tan desprendido y generoso.
Además del aval que diera al acto el rector de la UAdeC, Salvador Hernández Vélez, es importante señalar dos cosas más en relación a esta generosa donación, y la primera es el interés y apoyo de los hermanos de Carlos Manuel, quienes se ocuparon de acondicionar con sus propios recursos y su trabajo personal el espacio físico de la biblioteca en la vieja y hermosa casona sede de la facultad, construyendo un mezanine que, sin modificar el edificio, despliega un segundo piso alrededor de los muros de la sala para alojar el nuevo acervo especializado. Y la segunda, que la comunidad escolar, integrada por profesores y estudiantes de la facultad y encabezada por su director, el doctor José Gustavo González, en reconocimiento al generoso acto de su profesor decidió unánimemente darle al recinto bibliotecario de la Facultad el nombre de Biblioteca “Carlos Manuel Valdés”.
Todo lo anterior se da en tiempos en que la vida de las bibliotecas públicas pende de un hilo en nuestro País. Sometidas desde hace poco más de dos décadas a profundas transformaciones por la irrupción de Internet y las tecnologías de la información, que permiten el acceso a los libros en soportes electrónicos y a las ediciones digitales, muchas de ellas gratuitas y muchas que pueden descargarse en cualquier dispositivo conectado a la gran red y leerse posteriormente en una pantalla por un costo menor al 60 por ciento que el de una edición impresa en papel.
A lo anterior debemos añadir el costo que para las bibliotecas públicas ha significado la pandemia en relación a los servicios que prestan. Estos se han visto en la necesidad de transformarse, migrando a los servicios digitales y en línea, en apoyo de los usuarios que físicamente se encuentran en otras ciudades y otras partes del mundo y que solicitan la ayuda del bibliotecario para consultar y obtener el material que requieren por teléfono, correo electrónico, redes sociales y otros medios.
A la cultura no se le permite llegar temprano a la repartición de los presupuestos y, dentro del ramo, las bibliotecas han sido las más relegadas con excepción, quizás, de las universitarias. Muy a pesar de todo, las bibliotecas han sobrevivido y siguen prestando valiosos servicios a sus comunidades.