Café Montaigne 94
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TEMAS
El 9 de agosto de 1942 se estrenó la Sinfonía de Shostakóvich en el Teatro de Leningrado. Se pusieron altavoces por toda la ciudad. Los alemanes, perturbados, cañonearon el mismísimo teatro
Las muelas de Pascal. Hace poco reacomodando una y otra vez mi biblioteca para reclasificarla (muchos volúmenes ya no los encuentro, lo atribuyo a algo de todos conocido: los libros usted lo sabe, tienen sus propios duendes, sus propios hados, por lo cual no es exagerado o disparatado afirmar de su vida propia. No pocas veces solos y al arbitrio, se forman en otras estanterías y habitan diferentes anaqueles a los cuales uno jamás los hubiese confinado), buscaba afanosamente un libro de poemas de Saint-John Perse, Premio Nobel de Literatura, el cual y en su juventud, usted lo sabe, fue a una lectura de textos de ese otro santón de la humanidad y Nobel también, el inconmensurable esteta T. S. Eliot. Buscando a Perse, justo atrás de sus libros, topé con un libro pequeño, caído en desgracia hacia la parte interna del librero, por lo cual era imposible adivinar (recordar) de este título el cual no sabía habitaba mi biblioteca: “Pensamientos sobre el hombre” de Blas Pascal. Libro antiguo, impreso en la Argentina en tapa dura, como se editaba casi todo en la antigüedad, en una editorial la cual imagino, ya quebró desde hace tiempo, Editorial Difusión. ¿Sabe usted el costo impreso reportado en ese entonces, 1944? .90 centavos.
Buscando a Perse encontré a Pascal. No recordaba este volumen entre mis libros. Tengo otra edición de los famosos “Pensamientos” de Pascal”, una edición más reciente debidamente anotada en lápiz en sus bordes, muescas y huellas de mi lectura y preocupación e insistencia en determinados puntos los cuales me movieron a reflexión en ese momento. Pero insisto, no recordaba tener este volumen antiguo, bellamente impreso. Dejé a Saint-John Perse de lado por ese momento y empecé a leer esta selección de textos de los famosos pensamientos, fragmentos, aforismos de Pascal, los cuales lo metieron en la historia de la humanidad y de las letras. Me entregué a su lectura completa. La he disfrutado enormidades.
Filósofo, físico y matemático francés, Blaise o Blas Pascal (Francia 1623-1662), tuvo una vida endemoniadamente corta y rápida. Huérfano de madre a los cinco años, su padre, un eminente matemático y pensador, lo guió de la mano en los vericuetos de la Academia y el conocimiento en todas sus formas. A los 17 años, el joven Pascal ya había redactado un texto titulado “Ensayo sobre las cónicas”, el germen de lo cual ahora conocemos como el teorema del hexágono de Pascal. A los 20 años, el precoz intelectual, ya había abrazado las ideas teologales del jansenismo. A los 22 años, en el verano de 1647, los médicos le remendaron un alto en su vida, por el harto trabajo acumulado en sus espaldas, le suplicaron “distracción y vida mundana.”
ESQUINA BAJAN
A los 31 años tuvo su segundo periodo de quiebre religioso o de conversión. A los 35 años y debido a un emperrado dolor de muelas, elaboró un estudio de la cicloide, un estímulo para lo hoy conocido como cálculo diferencial. A los 39 años, debido a un feroz cáncer de estómago, Blas Pascal moría en Francia en 1662. Vida al límite. Caray, una vida al límite. Blas Pascal vivió en un época donde había la necesidad de inventar las cosas. Incluyendo aparatos de especulación filosófica y religiosa. Una especie de vocación adánica (la cual luego retomó don Gabriel García Márquez en “Cien años de soledad”) también, por ir nombrando, bautizando el entorno y dotar de esencia aquello poco especulado o conocido. Vivió en pleno siglo XVII. En este siglo, donde vivieron lo mismo Blas Pascal, Voltaire, Denis Diderot, Isaac Newton, por citar sólo los pensadores más emblemáticos y conocidos por todos, no había bombilla eléctrica, agua entubada y corriente, un buen refrigerador (nevera, dicen los españoles)
En este mundo tal vez idílico y prístino, se formó el joven Blas Pascal. Pero, como todo tiene sus desventajas de ciencia, técnica, industria y producción en serie lo cual para nosotros hoy es letra común, cosa imposible entonces, un día, al joven Blas Pascal le dolieron las muelas. Sí, ese dolor el cual se anida no sólo en la boca y retumba en el cerebro, sino en el alma. Antes, antes del emperrado y fiero dolor de muelas, el joven Pascal se había colapsado de tanto trabajo. Por tanto trabajo. Fue en las postrimerías de 1647 o a inicios de 1648. Fue a consultar a los primeros médicos como tales, los cuales dictaban remedios en París, Francia. Él y su familia estaban en Ruan. Fue entonces cuando redactó el siguiente ensayo: “Para pedir a Dios el buen uso de las enfermedades.”
¿Influye un dolor físico en nuestra manera de percibir al mundo, influye un gran dolor físico en nuestra manera de captar, habitar y movernos en la vida cotidiana? Absolutamente sí. Pregunta incomoda para usted, señor lector: ¿influye un dolor, un dolor físico en nuestra fe y creencia o en la ausencia de Dios en nuestra vida? Si. No contenido de una pálida columna como ésta, sino de toda una exploración ensayística y de largo aliento en un volumen sobre este tema a disertar. Un dolor de muelas posibilitó o detonó en Blas Pascal el estudio de las cicloides. ¿Pascal encontró a Dios en el dolor agudo de muelas y en el quebranto muy temprano de su salud? Sí y lo voy a probar en el siguiente texto o par de textos al respecto.
LETRAS MINÚSCULAS
“Toda nuestra dignidad consiste, pues, en el pensamiento.” Blas Pascal.
CONTRAESQUINA