Carrera de burros, cerveza artesanal y un hotel con corazón
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A Mercedes, mujer umbral
Se llega a Real de Catorce por un túnel que permite avanzar en una sola dirección y en un solo carril. Es de noche y estamos en el auto de la fotógrafa Mercedes Aquí. Esperamos la señal por radio que nos indique que el auto compacto que acaba de salir, es el último de la hilera de vehículos autorizados para abandonar este pueblo mágico. Ingresamos entre luces ambarinas por esa oquedad serpentina y su olor a humedad.
Una vez adentro, las citas tienen horario establecido solo como referencia, pero si acuerdas verte con alguien a las cuatro de la tarde, es seguro que te reciba hasta las ocho. Si un negocio anuncia que abre a las nueve, puede ser a las diez de la mañana. Y si dicen que cierran a las diez de la noche, media hora antes las luces ya pueden estar apagadas. Es el “tiempo catorceño”, me gusta.
Aquí la luz solar se expresa en fuerza mineral matizada en tonos azules, rojos, verdes, morados, naranjas y negros. Los sonidos de las campanas de la Parroquia La Purísima Concepción de Real de Catorce son los únicos tañidos que siguen el reloj. Todo es colorido y bullicio, sonidos de cumbias y banda. Este pueblo fue fundado en 1774 y ahora tiene 1,700 habitantes.
En el mercado que se extiende por varias calles, hay dulces de tuna, pinole, orégano y otras hierbas de olor de la región, aguacates, higos y pomada de peyote; sin contar los famosos sombreros Ferrari o las joyas coloridas que realizan los wixárikas, pueblo originario fundamental para entender la diversidad cultural mexicana.
En Real de Catorce los wixárikas tienen su sitio sagrado. Temprano y en soledad inicié la caminata para llegar a El Quemado, ese lugar donde según los wixárikas, nació el Sol y celebran su ritual más importante en octubre. Cuánto saludable silencio hay en esas cumbres. Dormí entre magueyes, nubes y un sol que me despertó antes de mediodía. Bajando llegué con Francesco Benvenuti, dueño de La Esquina Chata, quien da vida a cervezas artesanales insuperables: Indian Pale Ale, Porter y Stout (entre 55 y 60 pesos, cada una). Su horario –dice-, es un “horario tibetano”. Aquí encontrarás frescura: pastas, sopas, postres y ensaladas del huerto de Francesco, que según varias opiniones, es el huerto más hermoso de todo Real.
Por la noche fui a un temazcal y regresé de madrugada a la habitación Luna del cálido hotel El Ángel y el Corazón.
Dona Cata me contó que el sábado 14 de noviembre, se celebrará la Carrera de Burros y el Festival de los Atoles. Dice que compiten jinetes con burros que vienen de pueblos como Alamitos, La Luz, Potrero y La Cañada. También los turistas pueden rentar un burro. Doña Cata es familiar del Perro Aguayo y hace unas deliciosas gorditas de maíz que te hacen el día si no llevas mucho dinero. Su negocio se llama Gorditas
Familia Tovar Aguayo. Y hay, entre otras, de rajas con queso, picadillo, chicharrón, frijoles, queso con cebolla, huevo rojo y asado de boda. También hay enchiladas potosinas y mineras: “A diez pesos las gorditas y a cincuenta las enchiladas”.
Este viaje es un viaje con varios viajes adentro. Olga Margarita, Mercedes y yo terminamos nuestra estancia catorceña en la galería Vega M57, donde Cora Van y Charlie Tomorrow comparten para esta latitud arte abstracto e instalaciones de alta calidad. ¿Te animas a entrar a esta dimensión?
claudiadesierto@gmail.com