Gente desinstalada y ambulante
COMPARTIR
TEMAS
Veintidós millones punto cuatro.
Es el número de personas refugiadas que hay ahora en el mundo.
Todos se refugian de algo, son fugitivos de algo, están en huida. Detrás dejaron violencia y despojo, asedios y robos.
Llevan consigo menos de lo indispensable.
Suelen caminar mucho. Su calzado se desgasta.
Hay niños que van solos.
Hay matrimonios y algunas parejas llevan hijos pequeños y hasta bebés de brazos y de pecho.
No pocos se embarcan rebasando límites de cupo, en barcas que no ofrecen seguridad.
Llegan a puertos en que no quieren recibirlos. Otros quedan acampados cerca de las fronteras en condiciones de indigencia.
Vienen algunos de regreso, decepcionados y sin esperanza. Son los deportados o los que no pudieron pasar.
Son numerosos los que quedan muertos en el camino de ida o de venida. Están salpicadas en su camino las casas de albergue en que encuentran acogida, catre y taco, y trato amable de pocos días.
Elevación humana, aprovechar –en su misma región– su fuerza de trabajo, crear centros de labor que multipliquen empleos y produzcan salarios familiares de suficiencia. Crear empresas con accionariado obrero y algunas con cogestión de los trabajadores.
En donde está una de las fronteras más largas en el planeta: la del Río Bravo, podría lograrse una experiencia piloto de humanización de la migración. Podría inspirar, en otras coordenadas lejanas, soluciones similares adaptadas a las peculiaridades de cada caso.
PAÍS REVERDECIDO
Sucede en el semáforo sanitario el titubeante reverdecer entre paréntesis de estados amarillos y una CDMX que vuelve a amarillear, retrocediendo. Lo naranja es matiz de paso entre el amarillo y el verde. Equivale a salida parcial con precauciones.
La variación Delta del virus hace temer un recrudecimiento de contagios y volver a extremar precauciones. En donde se disminuye el uso de mascarillas, no se ve suprimida sino reservada como recurso aún utilizable.
ESTRÉS PANDÉMICO
Proviene de una falta de educación de la atención. Dispersa y confusa. Produce un estado de agobio, de tensión, de irritación, de impotencia porque la mirada es de gran angular, no de telefoto o de microscopía. Viene un temor de sentirse aplastado por una situación que no se puede manejar.
Bastaría concentrarse en el momento presente, en la acción inmediata y cercana. Se atasca el reloj de arena si ya no pasa la arena grano por grano. Volver a lo pequeño es lo saludable. En lugar de tropezones precipitados, se empiezan a dar pasos macizos y precisos, con rumbo y con avance. Surge el disfrute de lo que se hace y se celebran los pequeños logros. Queda vencido el estrés, que es sequía, con el aguacero de acciones valiosas que hacen florecer las arideces. No es dislocación irlo logrando en la semana de esa fiesta pluvial en que hay rancheros y ejidatarios que cantan el “pon el agua y quita el sol”…
ESCOLARIDAD HOGAREÑA
En estos tiempos de bipolaridad educativa hay un aprendizaje descubierto: hacer del hogar una escuela y hacer de la escuela un hogar.
Pantalla o pizarrón, magisterio vivo o pantalla reproductora. Asesoría materna o guía magisterial. Habrá una generación que lleva la experiencia de ambas alternativas en su memoria existencial…