La verdad no es lo que parece
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No lo deje todo al sentido común, porque esa es precisamente la primera falta de sentido común
La verdad no es lo que parece, el sentido común nos engaña todo el tiempo. A lo largo de la historia, la ciencia ha eliminado creencias profundamente aceptadas acerca de nosotros como especie, del mundo que nos rodea y del Universo que contemplamos. Piense que por miles de años los humanos asumimos que la Tierra era el centro del universo y que el Sol giraba alrededor nuestro. Nos lo decía el sentido común.
La teoría heliocéntrica de Galileo ha sido aceptada menos tiempo de lo que fue la de Tolomeo, uno de los personajes más importantes en la historia de la Astronomía y que aseguraba que la Tierra estaba inmóvil y estábamos justo en el centro del universo. Estas teorías y explicaciones astronómicas perduraron por más de mil 400 años, dominando el pensamiento científico hasta el siglo 16 que Galileo llegó y derrumbó ese mito.
Lo mismo sucedía con la teoría evolutiva aceptada hace apenas 150 años. No hubo Adán y Eva; los humanos descienden de los monos. Eso cambió todo y le dolió a muchos, pero es verdad. Incluso cuando Darwin presentó su teoría de la evolución por medio de la selección natural, el biólogo británico Thomas Henry Huxley exclamó: “¿Cómo fui tan extremadamente estúpido, por no haber pensado antes en eso?”.
Y es que no todo lo que parece es. Gran parte del Universo, desde lo inimaginablemente pequeño llegando hasta lo cosmológico, se ocultaba y se sigue ocultado a los ojos de todos. La estructura real del universo no la vemos, pero ahí está y siempre lo estuvo.
Los seres humanos somos pésimos para percibir la realidad objetiva. Observamos y aceptamos o damos como cierta la realidad que nos venden, o la que queremos o nos conviene ver. Albert Einstein dijo que “la realidad no es otra cosa que la capacidad que tienen de engañarse nuestros sentidos; un depósito de prejuicios en la mente, eso es el sentido común”.
Todos los días vemos al mundo con ideas preconcebidas y con prejuicios que nos han sido transmitidos por generaciones. Pocas veces pensamos con lógica y vemos patrones en donde no existen y asumimos que ciertas cosas son tendencias cuando no lo son. Atribuimos causas a la causalidad y a las coincidencias. Con frecuencia utilizamos la frase “usa tu sentido común” como si fuera una cualidad admirable e inobjetable con la cual se puede escudriñar el mundo frente a nosotros.
El sentido común nos engaña todo el tiempo: el horizonte nos dice que la Tierra es plana y no lo es; el sentido común nos dice que la salud de la gente mejora después de rezar y no como consecuencia del tratamiento médico. Creencias como estas se han justificado porque actúan en nuestra vida diaria muchas veces con éxito. Recordemos que es muy distinto ser una persona práctica que atribuirle todo al sentido común. Es por eso que mucha gente cree que sin el sentido común es imposible triunfar en la vida. Pero para eso es exactamente para lo que sirve la ciencia: para dejar de lado los prejuicios que arrastramos.
Nuestros sentidos y la psicología perciben el mundo de maneras muy particulares que nos hacen engañarnos con frecuencia. Ahí es cuando la ciencia, que conoce de la falibilidad humana, reconoce el conocimiento científico como el único medio confiable para establecer y dilucidar lo que es, de lo que no. El método científico elimina esas debilidades y lo hace porque antes puso a prueba las ideas a través de experimentos y de la observación. Aceptó las ideas validadas y rechazó las refutadas; y por último, siguió las pruebas hasta donde lo llevaron cuestionándolo todo antes de llegar a una conclusión.
El objetivo de la ciencia es sólo uno: escudriñar, desnudar y encontrar la realidad objetiva. Encontrar la verdad acerca del mundo que habitamos y del universo que nos rodea. Lo hace en forma independiente de nuestra acción cognitiva que nos hace afirmar nuestras creencias. Lo que persigue la ciencia es la adquisición del conocimiento y tras de eso viene la verdad y, créame, la verdad duele. Por eso no lo deje todo al sentido común, porque esa es precisamente la primera falta de sentido común.
@marcosduranf