Lo que fuimos, lo que podemos ser

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Han sido días oscuros para los mexicanos, momentos que nos han dejado rotos, desolados, sacudidos hasta el fondo. Un recordatorio temible de la precariedad de todo, y de la vida misma. No acabábamos de digerir la terrible destrucción causada por el terremoto del 7 de septiembre que dejó 100 muertos en Chiapas y Oaxaca, cuando llegó el huracán Katia, golpeando a Veracruz con una senda de destrucción y muerte.
Pero después de la tempestad no vino la calma. El pasado martes 19 de septiembre, tan solo unas horas después de que en la Ciudad de México se cumplieran 32 años del sismo de 1985, que acabara con la vida de por lo menos 10 mil personas, llegó un feroz terremoto de 7.1 grados. Pero a diferencia de 1985, ahora las telecomunicaciones nos permitieron ver en tiempo real cómo la fuerza de la naturaleza acababa con decenas de edificios y casas que se retorcían y quedaban convertidas a escombros. Personas que escapaban alarmadas y se apretujaban en las calles para ver columnas de polvo elevarse de las estructuras tambaleantes.
De inmediato surgió el heroísmo de miles de socorristas anónimos, quienes junto a las fuerzas federales, tumbaban y levantaban bloques de hormigón, formando cadenas humanas para buscar a los sobrevivientes aplastados bajo los escombros que pedían ayuda.
Era una lucha contra el tiempo buscando encontrar con vida a algún sobreviviente. Para mí, fue una escena estrujante y esperanzadora. Los rescatistas conocidos como los topos, figuras verdaderamente heroicas excavaban en las ruinas, a riesgo de sus propias vidas. Todo el mundo aplaudió y lloró cuando se rescataban personas, que, contra todas las probabilidades, habían logrado mantenerse con vida.
Pero a medida que pasan las horas y los días, los sobrevivientes se han vuelto cada vez menos. En algunos casos, los topos lloran cuando salen de los edificios pues muchas personas, entre ellos niños no lograron escapar de la muerte. Además, continúa gente atrapada, moribunda entre los escombros de edificios, gritan y los pueden oír, pero no siempre pueden llegar a ellos para encontrarlos con vida. El tiempo avanza y un olor a muerte se percibe. Las familias de los atrapados por las ruinas, rondan desesperados en la espera de un milagro. Miles de familias lo han perdido todo y tendrán que decir adiós a su pasado, a su forma de vida.
Pero hay que señalarlo: esta tragedia sacó lo mejor de nosotros y, por algunos días, un espíritu de unidad y reconciliación se sintió en esta Nación que parecía dividida, pero que por momentos mostró su enorme solidaridad. Ahí está el trabajo sin descanso de miles de voluntarios en el rescate y los millones de personas que han donado dinero, víveres, tiempo e incluso hasta lo que no tienen.
Pero al paso de los días, volvimos a ser los de siempre. La ruindad recorrió de nuevo las redes sociales. Surgieron teorías de conspiración, acusaciones y falsos rumores como el que cesaran los envíos de donaciones a determinadas instituciones pues las iban a reetiquetar y enviar como propias. Mensajes alertando por un nuevo y demoledor terremoto que la propia ONU había confirmado, o la falsa versión del abandono en la búsqueda de posibles sobrevivientes.
Llamo la atención la acusación a una televisora de “manipular” a la opinión pública con “Frida Sofía”, una niña que se dijo estaba atrapada con vida en el Colegio Rébsamen, pero que jamás existió. Esto desató ataques a la televisora, que fue acusada de jugar con la esperanza de una Nación. Jamás importó que la institución oficial que había difundido esta noticia reconociera su error y se disculpara públicamente. Lo que valía era atacar, denostar. Las disputas entre las distintas asociaciones de los llamados topos, así como los fotovoluntarios, (algunos, no todos) que quizás esperan llenar sus vacíos publicando fotos interminables de sus donativos o de lo mucho que dicen estar haciendo por las víctimas.
Finalmente, yo prefiero quedarme con lo que fuimos y lo que podemos ser. Un México solidario, un País que en medio del colapso mantiene sus puños en alto. Una nación que está enfrentado la furia de la naturaleza en su peor momento, pero que nosotros resistimos sus embates también en nuestro mejor momento.
@marcosduranf