Pacto Fiscal, ¿viene una etapa de mayor equidad?
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La distribución de los recursos fiscales que se captan a nivel federal y que constituyen la mayor parte de la recaudación tributaria del país ha sido un tema largamente discutido, pues las entidades federativas y, sobre todo, los municipios, han señalado históricamente que la fórmula es injusta.
En los últimos meses, un grupo de gobernadores -cada vez más grande- se ha hecho eco de este reclamo y lo ha puesto sobre la mesa de forma enfática. Y como la crisis económica provocada por la pandemia del coronavirus ha hecho más evidente la injusta distribución de los recursos fiscales, pareciera que existe la posibilidad de que dicho pacto se revise en el futuro inmediato.
Al respecto, el presidente Andrés Manuel López Obrador se mostró ayer más flexible frente a dicho planteamiento y reconoció que se trata de “una demanda legítima de los gobiernos estatales y de los municipales”.
Pero el que se reconozca la legitimidad del reclamo no implica necesariamente que la fórmula será modificada y, aunque el titular del Ejecutivo Federal se mostró flexible al respecto, no se comprometió con el impulso de modificaciones legales en este sentido.
Tampoco negó tal posibilidad, es cierto, pero señaló que una “alternativa” a la modificación del esquema de distribución de la bolsa de recursos es apoyar la reestructuración de las deudas estatales y municipales.
“Otra opción es reestructurar las deudas (de estados y municipios), lo que se busca es pagar menos intereses y alargar los plazos y eso da un respiro a las finanzas, hay que hacerlo, se hace en todo el mundo”, afirmó el mandatario.
Es cierto, sin duda, que el optar por esta vía daría un “respiro” a las finanzas de estos órdenes de gobierno, pero eso no es lo que se pretende, sino que los gobernantes que se encuentran más cercanos a las necesidades de la población tengan más recursos para responder a estas.
Y eso solamente se logrará si, a diferencia de lo que ocurre hoy, los gobernadores y ayuntamientos cuentan con mayores presupuestos y eso les otorga un margen de maniobra más amplio cuando se enfrentan a la necesidad de garantizar los servicios que sus poblaciones demandan.
Hacer esto, por lo demás, nos convertiría en una auténtica federación en la que los adjetivos de “libre, independiente y soberana”, que acompañan a los nombres de las entidades federativas, sean más que solo palabras.
Hacer más justo -aunque no todavía justo del todo- el reparto de las contribuciones que los ciudadanos realizamos constituye un paso indispensable para consolidar la república y dejar atrás, en definitiva, el agobiante centralismo.
Porque el modelo que concentra todo el poder -porque concentra el dinero- en el orden federal de gobierno tuvo ciertamente razón de ser en el México del siglo 19 y, probablemente, durante la primera mitad del 20, pero hoy es un anacronismo que debe ser dejado atrás para dar paso a un modelo de desarrollo tendiente a disminuir las desigualdades históricas que seguimos padeciendo.