Piedras Negras: ¿se está perdiendo la batalla?
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Los habitantes de Piedras Negras han sido testigos, entre el 13 de diciembre pasado y el día de ayer, de al menos cuatro episodios relevantes de violencia. Los hechos marcan sin duda una tendencia y causan, con razón, inquietud entre los ciudadanos, pues se identifica en tales hechos la posibilidad de un resurgimiento de la descomposición recientemente padecida.
Poco pueden hacer para evitarlo; las declaraciones de las autoridades estatales que, en voz del secretario de Seguridad Pública, José Luis Pliego, aseguran que el esquema de seguridad se mantiene “firme”, con el propósito de evitar que grupos delincuenciales “intenten alterar el orden y la tranquilidad” en aquella región de la entidad.
El problema es que tales intentos se están registrando y eso tiene efectos que no sólo no pueden negarse, sino que no deberían tratar de minimizarse. Porque en los cuatro episodios registrados en los últimos 50 días se contabilizan al menos cinco muertes violentas.
El de ayer es, sin duda, el más perturbador de estos episodios, pues implica el abandono en la vía pública de un cuerpo decapitado y la posterior captura de un presunto delincuente a bordo de cuyo vehículo se encontraba la cabeza de la víctima previamente arrojada al arroyo.
La escena convoca de forma obligada a pensar en una ejecución como las muchas de las cuales los ciudadanos han sido testigos y que los medios hemos reseñado, en los últimos años, como parte de los signos de la violencia descontrolada de los cárteles de la droga.
Como se ha dicho en múltiples ocasiones, no será con discursos como se abonará a la confianza de los ciudadanos, pues las escenas que deja tras de sí la violencia del crimen organizado tienen una contundencia superior a las palabras.
Y si, como está ocurriendo en Piedras Negras, los hechos que se acumulan se asemejan a los que se vivieron en la peor época de la “narco violencia”, entonces el escenario está puesto para que los ciudadanos vuelvan al estado de psicosis en el cual vivieron hace muy poco.
Una muestra de ello es la forma en la cual reaccionaron cuatro instituciones de educación superior establecidas en aquella frontera: decidieron cerrar sus puertas a fin de no correr ningún riesgo, frente a la posibilidad de que la situación se descompusiera luego de que la aparición del cuerpo decapitado en sus calles derivara en una persecución.
La pregunta que debe surgir en la mente de los habitantes de Piedras Negra es normal: ¿se está regresando a la situación de inestabilidad que en su momento, según lo reconocieron las propias autoridades municipales, implicó la “colonización” de las instituciones públicas por parte del crimen organizado?
No basta simplemente responder que no está ocurriendo tal y pedir a los ciudadanos que tengan confianza en los cuerpos de seguridad. Es preciso, además de eso, que las personas puedan percibir, de forma contundente, que son las autoridades quienes tienen el control del territorio y no los delincuentes que han protagonizado los violentos episodios de los últimos dos meses.