Tragedias e injusticias
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Las injusticias para cientos de miles de mexicanos son tan abundantes como las infecciones en los puestos de tacos que están a un costado de la Central de Autobuses de Saltillo. Mientras unos se ven obligados a llevar una vida llena de trabajo y sacrificios para poder formar un modesto patrimonio, otros aprovechan su efímero paso por alguna dependencia de gobierno para asegurar su porvenir y el de su descendencia.
Hay quienes roban millones de pesos y aunque hay videos que los muestran con las manos en la masa, no sólo permanecen impunes sino que continúan bajo el amparo de sus puestos políticos. Sin embargo, hay otros que se encuentran en las cárceles acusados de delitos jamás cometidos por ellos.
Así es la vida y, como dijo la dama más solicitada de la zona de tolerancia, a veces nos toca estar arriba y otras veces nos toca estar abajo. Por desgracia, a los ciudadanos la mayoría de las veces nos toca estar muy abajo con respecto a nuestros gobernantes, y eso que se supone que ellos son nuestros empleados.
Una de las formas más terribles de la injusticia es la esclavitud. Cuando se habla de ésta pensamos en los negros de Estados Unidos, o en los tiempos de la Colonia. Pero es triste darnos cuenta que ahora, en el año 2022, la esclavitud sigue acompañando al ser humano de una y mil maneras.
¿No se suponía que el siglo XXI era el de los hombres modernos y civilizados? Por desgracia en este mundo sigue reinando la ley del más fuerte. Como dice el poeta Jaime Sabines, “el pez grande se traga al chico, la lagartija grande se traga a la pequeña, el hombre se traga al hombre”. Y esta arcaica cadena de abusos mantiene muy en uso palabras como “explotación”, “tiranía”, y “esclavitud”.
Ahora muchos creen que la esclavitud es un fenómeno lejanísimo en el tiempo y en el espacio, pero basta recorrer unos cuantos kilómetros para darnos cuenta que en las minas de la región carbonífera de Coahuila decenas de personas se ven obligados a trabajar aun en las condiciones más inhumanas.
¿Te imaginas sufrir la angustia de que al salir de tu casa ignores si regresarás? Los mineros del carbón viven así cada uno de los días en que se ven obligados a descender a las profundidades. Y mientras muchos deben trabajar ante mil peligros, las ganancias son de muy pocos.
Luego del derrumbe por inundación en la mina y en la que quedaron atrapados diez seres humanos, no han aparecido los dueños aún, ni se ha asomado Napoleón Gómez Urrtia, el cuestionado líder del Sindicato de los Trabajadores Mineros, quien sin abandonar la comodidad de su curul, se limitó a exigir que se investigara a los posibles responsables de las condiciones en que laboraban esos hombres.
Lo mismo ha sucedido en otras ocasiones, en que sólo recuerdan a los trabajadores de los pozos de carbón cuando ocurre una tragedia, y claro, cuando estiran la mano para seguir perpetuando las prácticas corruptas y así, hacerse de la vista gorda ante los muy condenables usos y abusos de empresarios esclavistas.
Tampoco han aparecido en la zona de la tragedia la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, quien trató de justificar su ausencia así: “Es que los encargados del rescate son la Sedena y Protección Civil, ellos son los que tienen experiencia del rescate”. La negligente funcionaria ignora que su presencia era crucial antes de la tragedia, pues dentro de sus atribuciones está la de revisar las condiciones en que trabajan los mineros, así como velar por su seguridad, obligando a los empresarios a cumplir con estrictos protocolos de seguridad así como supervisar las instalaciones de las minas periódicamente.
Otro gran ausente ha sido Manuel Bartlett, quien está más preocupado ahora en ampliar su capital inmobiliario y aprovechar su estancia en la CFE para tejer una corrupta red de proveeduría operada por sus hijos.
Por lo pronto, cerca de 240 horas han pasado y no se ha podido llegar hasta donde están los 10 mineros atrapados por el derrumbe provocado por una inundación. La lógica nos lleva a pensar que es difícil que se encuentren vivos, pero la esperanza nos obliga a seguir rezando para que puedan ser rescatados.
Así como no sucedió con la tragedia de Pasta de Conchos, en la que que siguen sepultados los cuerpos de 63 trabajadores, debe exigirse al gobierno federal un cambio en la supervisión, control y autorización de operación de cada una de las minas de México, especialmente de Sabinas, Coahuila, donde se debe marcar un antes y un después, y muchos deseamos que ese después signifique una notable mejora en las condiciones laborales y de vigilancia en las minas de la muerte.
aquientrenosvanguardia@gmail.com