Tragos y muerte
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El alcohol, como buen placer, como todos los placeres llevados al extremo, mata. El alcoholismo mata. ¿Vicio o enfermedad? Sin duda, las dos cosas. Admiro a quien no bebe. Lo reescribo: sí los admiro, pero desconfío de quien no bebe. Así como desconfío de los hombres que sólo han leído o sólo leen un libro en su vida. Sí, es el caso de cientos de hermanos cristianos los cuales tienen en su Biblia (católica o cristiana; es la misma, casi la misma vaya) el único libro para leer y como guía en su vida.
Desconfío de los humanos a mi alrededor los cuales no beben. Sin duda, una deformación en mi vida. Pero desconfío de ellos. No de todos, claro. Así soy. Pero, hay un motivo: yo bebo. Toda mi vida de adulto lo he hecho. No tengo trago aborrecido. Jamás. 57 años sobre mi enjuta humanidad avalan lo anterior. El alcohol da vida. También, trae aparejada a la muerte. Así de sencillo. ¿Bebedores? Malcolm Lowry, Clarice Lispector, Truman Capote, Silvya Plath, Hart Crane, Zelda Sayre, Francis Scott Fitzgerald... vaya, hasta el mismo maestro Jesucristo fue acusado de bebedor y glotón.
En traducción al lenguaje de hoy: lo acusaron de borracho. Lo anterior usted lo puede leer en Marcos 2, 13-17. Un ligero fragmento: “Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores?”.
Me abanico con garbo, oteo el horizonte. Veo pasar el mundo acodado en mi mesa (qué rápido se apropia uno de las cosas, decir “mi mesa”, caray) del bistro francés “Republique”.
Contemplo a una bella musa sentada un poco adelante. Brindo con mi copa de vino tinto por los placeres de la carne y de la vida: lujuria, tragos, algo de comida. Hago mío el verso de Alfred de Vigny: “En la espuma de Aï hay fulgores de dicha”. Aï: región francesa famosa por sus vinos espumosos. Yo mato la tarde con una copa del riojano “Finca Santa Helena”. Agasaja mi paladar. Ya luego de leer un buen rato, pediré de comer carne cruda: un steak tártara. Me siento en las nubes y controlado... los que están fuera de sí son los muchachos los cuales mueren a puños y cada día debido a una enfermedad (como el amor, pues) progresiva y mortal: el alcoholismo.
Como siempre, es el académico y periodista de investigación, Luis Carlos Plata, quien me puntualiza que si bien es un fenómeno un tanto entendible post-pandemia y luego del casi confinamiento de dos años, los jóvenes (y los no tanto) han salido a la calle en México y en todo el mundo a beberse todo el alcohol posible y sí, han salido a dejar la vida en el último trago.
Caso concreto y doloroso, la muerte (o asesinato) de la regiomontana Debanhi Escobar de apenas 18 años, la cual junto con sus amigas de parranda, salieron de fiesta en fiesta (incluso, iban y tocaban la puerta donde ni siquiera estaban invitadas) a beberlo todo. Las actas de la investigación y los testimonios dicen a la letra: Debanhi bebía vodka directo de la botella. Para desgracia de ella misma, así terminó: un último trago, una última parranda: vodka con calavera.
ESQUINA-BAJAN
El alcohol da vida, pero también mata. El alcohol da vida y muerte. La combinación eterna y perfecta. Y el alcoholismo muerde a cualquiera. Lo mismo al pobre que al rico encumbrado. Lo mismo a un poeta, que a cualquier estudiante de cualquier rama o estela. El alcohol lleva a la cumbre de la inspiración, lo lleva a uno a la cima, pero también y en el mismo viaje te lleva a las simas de la desesperación.
¿Vodka, mezcal como lo bebía Malcolm Lowry en nuestro país; vino tinto, vino espumoso; un Martini seco como lo bebía James Bond; un tequila con calavera o de plano, las emociones fuertes: absenta? Al alcohol hay que tenerle respeto. ¿No? Te va a engullir. Así fue como le pasó a la señorita Debanhi Escobar a sus audaces 18 años.
Pero también es lo que le pasó al poeta Samuel Noyola (Monterrey, 1965). De quien no se sabe si está vivo o muerto al día de hoy. Bebía a mares. Así se perdió por la vida. Nunca me gustó su poesía. Le conocí aquí en Saltillo y luego en Monterrey. En uno de sus textos, “La espera”, pues sí, en espera de la “Inspiración”, duda entre encender el televisor o llamar a Tàbata para que “me traiga una botella de tequila, beberla en el cuenco de la calavera”. Eso hizo al final. Su propia calavera.
El alcohol mata. O te matas por el alcohol. O te suicidas por alcohol. O el alcohol hace que te suicides. O mueres o matas por andar alcoholizado. Vamos a tomar cualquier día reciente. Abro mis archivos de diarios. Lea: sábado 30 de abril. Jesús Antonio “N” de 24 años, salió de un bar muy bebido. Apenas saliendo, atacó a pedradas a un ciudadano. Mismo día: José Alfredo “N” atacó a machetazos a un hombre en plena calle. La “cabeza” de la nota es genial por parte de mis compañeros reporteros: “Ensarta, vuelca y lo atoran”. Pues sí, el conductor del auto Vento estaba alcoholizado...
¿Cerveza, licor, vino tinto, brandy, ron, tequila? Todo, todo es bueno para el gaznate seco. Dice James Joyce en “Ulises”, las “tinas de cerveza oscura” son maravillosas. En buques y barcos con trasiego de mercaderías, hasta las ratas beben...
LETRAS MINÚSCULAS
“Se emborrachaban hasta hincharse como perro ovejero flotante” (“Ulises”, página 186).