Transgresores, siempre dispuestos a desafiar los dogmas
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A mi estimado Jorge
Contreras. Inigualable
maestro y visionario
emprendedor
Este próximo 21 de agosto, se cumplen 11 años del inicio de una asombrosa odisea que duraría casi dos años en culminarse. Exactamente, 518 días después de ese memorable día, la holandesa Laura Dekker habría coronado su sueño al convertirse en la persona más joven del mundo en navegar alrededor del globo en solitario: 27 mil millas náuticas en su pequeño velero Guppy. Tenía 16 años y 123 días de edad.
Para lograr su objetivo Laura sorteó procesos judiciales junto a su padre y luego, ya en el mar, tuvo que superar la incertidumbre en total soledad, afrontar infinidad de dolores musculares y hacerse de una inagotable paciencia para salir victoriosa (https://www.youtube.com/watch?v=04z3dS6P60g).
Laura jamás desistió: “Hubo momentos en que me preguntaba: ¿Qué diablos estoy haciendo aquí?, pero nunca quise parar, porque era mi sueño, y yo quería hacerlo”.
SIN LÍMITES
Anteriormente, dos menores también lograron una hazaña similar:
Michael Perham, un adolescente inglés, en 2007, a la edad de 14 años, se convirtió en la persona más joven del mundo en navegar con éxito a través del Océano Atlántico sin ayuda de nadie. Luego, el 27 de agosto de 2009, a los 17 años, se convirtió en la persona más joven, oficialmente reconocida, en dar la vuelta al mundo en solitario.
Mike al terminar su viaje comentó “fue absolutamente increíble... Siempre supe que podía lograrlo”. Aunque también aclaró que hubo momentos en los que pensó “¡Caramba! ¿Qué estoy haciendo aquí?”.
Para Mike cada persona es responsable de sí misma: cada ser humano debe ser su propio arquitecto, lo que requiere valentía y coraje. Un guía puede servir para navegar las primeras veces, pero después uno mismo es quien debe emprender el viaje, arrancarlo con pasión, confianza y alegría. Y ya, en la travesía, se requiere vivir un día a la vez.
En 2010, la australiana Jessica Watson, a la edad de 16 años, después de 210 días en el mar concluyó un viaje sin escalas ni asistencia de 18 mil 582 millas náuticas. Al terminar declaró: “Tantos colores, tanto ruido, todo era impresionante. No me veo como una heroína. Soy una chica normal que creyó en su sueño”.
Desgraciadamente, su registro no fue homologado oficialmente debido a que no concluyó las 21 mil 600 millas náuticas (40 mil 75 km) que oficialmente configura la circunvalación de la tierra (https://www.youtube.com/user/jessicawatsonvideo).
Frente al mar
Estos testimonios son reveladores: representan signos de confianza, ejemplos para esos jóvenes que se acurrucan en el aburrimiento, en el conformismo o la siesta; que viven en el territorio de los “sin sentidos”; en las apariencias; en la queja estéril; en las eternas pachangas o en la comodidad de la mediocridad; en el fatalismo del “no se puede”.
Estos tres jóvenes siguen brindando notables lecciones a las personas que se dedican a “infravivir”, a esos que se encuentran hastiados o atontados. A esos que son insípidos. A los que han dejado de soñar. A los que se refugian en la vulgaridad y la desesperanza.
Sin fronteras
Equiparar la edad y experiencia de estos muchachos con el tamaño de los desafíos emprendidos es simplemente descabellado; sus epopeyas demuestran que la pujanza, el esplendor de las personas y la posibilidad de alcanzar proezas surge del inconmensurable fuego interior de cada persona y se acrecienta cuando se abandona la duda y el temor y se tiene la capacidad de esperar contra toda esperanza; cuando se es paciente; cuando se vive tercamente de cara a un ideal.
Toda propuesta innovadora, todo atrevimiento, por pequeño que sea, impacta lo establecido, irrumpe en las mentes que están encerradas en el pasado.
Las personas que desafían lo establecido son transgresores naturales, son como el indomable Roark, personaje de Ayn Rand, quien apunta en su alegato final: “Miles de años atrás, un gran hombre descubrió cómo hacer fuego. Probablemente fue quemado en la misma estaca que había enseñado a encender a sus hermanos. Seguramente se le considero un maldito que había pactado con el demonio. Pero, desde entonces, los hombres tuvieron fuego para calentarse, para cocinar, para iluminar sus cuevas. Les dejó un legado inconcebible para ellos y alejó la oscuridad de la Tierra.
Siglos más tarde un gran hombre inventó la rueda. Probablemente fue atormentado en el mismo aparato que había enseñado a construir a sus hermanos. Seguramente se le consideró un transgresor que se había aventurado por territorios prohibidos. Pero desde entonces los hombres pudieron viajar más allá de cualquier horizonte. Les dejó un legado inconcebible para ellos y abrió los caminos del mundo”.
Indudablemente, la personalidad prometeica se basa en el deseo de ser personas auténticas, cuya pasión es crear e innovar; no en haber obtenido la carta ganadora al nacer. Los transgresores siempre están dispuestos a desafiar los dogmas sacrosantos de sus opositores mismos que suelen ser los mediocres, los tradicionalistas, inclusive los “expertos”, que todo lo saben.
Obligación
Estas hazañas recuerdan lo escrito por Fernando Savater: “¿Sabes cuál es la única obligación que tenemos en la vida? Pues no ser imbéciles”. Y luego explica: “imbécil viene del latín ‘baculus’ que significa bastón: el imbécil es el que necesita bastón para caminar”, pero aclara “el bastón al que nos referimos no es el que se usa muy legítimamente para ayudar a sostenerse y dar pasitos a un cuerpo quebrantado por algún accidente o por la edad. El imbécil puede ser lo ágil que quiera y dar brincos como gacela olímpica, no se trata de eso. Si el imbécil cojea no es de los pies, sino del ánimo: es su espíritu el debilucho y cojitranco, aunque su cuerpo pegue unas volteretas de órdago”.
Sin engaños
Y comento lo anterior porque verdaderamente somos imbéciles –que tampoco tiene que ver con ser “tontos”– cuando evitamos alcanzar nuestros sueños, cuando “creemos que no queremos nada, cuando decimos que todo nos da igual; cuando creemos que todo lo queremos: lo que tenemos y lo contrario de lo que tenemos; cuando ni siquiera sabemos lo que queremos ni nos molestamos por saberlo; cuando sabemos lo que queremos, pero lo deseamos suavecito, sin sudor, sin lágrimas y cuando queremos con fuerza, pero nos hemos engañado a nosotros mismos sobre lo que es la realidad”.
Estas maneras de ser, requieren apoyo externo, de un bastón, pues se basan en ideas de otros, reclaman esclavitud al obviar lo que se debe de hacer. Quienes así se asumen alientan las excusas –culpan a los demás por las desgracias propias–, son cómplices del “qué dirán”, están en función del fantasma anónimo que determina lo correcto de lo incorrecto y el significado del “éxito y
fracaso”.
Hacia el cielo
Bueno sería emprender los sueños con la determinación de estos jóvenes: en contra de todo y todos, antes de que sea demasiado tarde, antes de que los vientos dejen de soplar, previo a que la edad determine el referente de lo estúpido, utópico o imposible. Antes que los sueños se contaminen o erosionen debido a las críticas de los envidiosos, mediocres o de esos que temen navegar en solitario.
Posiblemente, lo peor que puede pasarle a una persona sea que atente contra su propia libertad, realidad viable cuando no se ama a nadie, ni se deja amar; cuando no se arriesga nada, no se cree nada, no se vive por nada ni por nadie, cuando no se tiene conciencia, cuando los sueños empiezan a ser eso: solamente sueños. Quimeras. Más bien, como estos tres jóvenes, sería conveniente enfilar la mirada hacia el sol, hacia lo infinito del mar.
Esperanza
Las historias de estas jovencísimas personas describen espíritus indomables: repletos de optimismo, persistencia, confianza y sed de independencia; cualidades que, en muchas ocasiones, las escuelas obvian al erosionar el espíritu creativo, libre, innovador y emprendedor de los niños y jóvenes.
Es cierto: para culminar los sueños no hay atajos, es como una llamada celestial que precisa la responsabilidad de asumir los actos propios, de ser responsables y libres, de tomar el timón de la propia existencia para llegar a la costa seleccionada asumiendo los riesgos inherentes, encantos y desencantos, que implica todo reto y travesía, tal como lo emprendieron Laura, Jessica y Mike; incuestionablemente, tres personas auténticamente transgresoras cuyos legados continuaran iluminando y ensanchando los caminos y horizontes de infinidad de jóvenes. México requiere rebeldes con causas.
cgutierrez@tec.mx
Programa emprendedor Tec de Monterrey campus Saltillo