Violencia de género: ¿quién atiende el fenómeno?
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Los indicadores, se ha dicho en múltiples ocasiones, son el elemento esencial para calificar el desempeño del sector público. La forma en que estos se comportan determina si los esfuerzos de una institución están teniendo éxito o si, por el contrario, apuntan al fracaso y, por ende, exigen corrección.
En otras palabras: las series estadísticas que sirven para construir los indicadores no pueden ser vistas como simple material de consulta ni servir para la generación de anécdotas. Por el contrario, deben ser utilizadas para identificar aquello que no está funcionando bien, para corregirlo, y lo que sí está funcionando, para reforzarlo.
El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo a la más reciente actualización del informe con perspectiva de género del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) según el cual en Coahuila siguen a la alza las llamadas realizadas al número de emergencia 911 derivadas de casos de violencia de género.
Las cifras son alarmantes: 37 mil 626 llamadas realizadas por presuntas víctimas de violencia contra la mujer, violencia de pareja, abuso sexual, violación y violencia familiar, entre enero y agosto de este año. Un promedio de 4 mil 710 llamadas por mes o 155 por día.
Los números relativos, por otra parte, retratan a nuestra entidad como la cuarta en el País con mayor incidencia de llamadas por violencia específica contra la mujer: 458 por cada 100 mil mujeres. Además, registramos la sexta tasa más alta en llamadas por violencia familiar contra la mujer, con 758 por cada 100 mil mujeres.
Finalmente, es preciso tener en cuenta que, de acuerdo con la estadística del SESNSP, en los últimos tres años el índice de llamadas de auxilio ha crecido en más de 50 por ciento, pues en 2018, cuando comenzó a publicarse el referido informe, el promedio diario era de 100.
Claramente estamos ante un índice que muestra un comportamiento indeseable y eso debería provocar la reacción de las distintas instituciones públicas entre cuyas responsabilidades se encuentra el realizar acciones que incidan en la transformación cultural de nuestra sociedad.
Y es que en este caso el diagnóstico es muy claro desde hace mucho tiempo: la violencia de género tiene su origen en la existencia de patrones socioculturales que colocan a la mujer en un plano de inferioridad que implica, entre otras cosas, que sus padres, hermanos y parejas “tienen el derecho” de ejercer violencia en su contra.
Se trata de un fenómeno complejo, es cierto, y no existe un remedio mágico para revertirlo. Pero el recambio cultural solamente se dará si, además de ver de forma impasible las estadísticas, comenzamos a hacer algo para modificarlas en sentido positivo.
Y por lo que se ve, o nadie está haciendo nada al respecto, o lo que se está haciendo no es eficaz. En cualquier caso, la situación demanda un cambio de rumbo.