Voy por un Advil
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Todos hemos escuchado sobre el camino apolíneo y el camino dionisíaco, tomados como dos maneras opuestas de estar en el mundo. Este fin de semana pasado, tuve una lección en estos dos términos, descubriendo que tenía mal interpretados ambos conceptos.
Un clavado en Google me aportó lo siguiente: Lo apolíneo, relativo al Dios Apolo, representa la armonía, la luz, la razón, la serenidad, la medida. Por su parte lo dionisíaco, relativo a Dionisos, representa la embriaguez, la vitalidad, lo excesivo, lo impulsivo, lo desbordante. Agregaría que en general he escuchado a estos términos referidos a la rigidez y el deber ser, y a lo hedonista, la entrega desenfrenada al placer.
Pues resulta que me han aclarado que lo apolíneo tiene que ver con el desapego, la habilidad de mirar a la vida y los sucesos desde un lugar de no involucramiento, de una manera que permite ver sin atorarnos y tomar los sucesos de manera personal. Y también me han aclarado que lo dionisíaco es la habilidad de estar bien, de estar sin dolor ni sufrimiento. Es hacer lo que tengo que hacer para evitar vivir a disgusto y adolorido, así viviendo en un estado placentero y gozoso.
Aclaró el maestro, que, si yo sabía lo que me iba a causar disgusto y dolor, ¿por qué no hacía algo anticipado para evitarlo? A mí, lo apolíneo me cuesta menos trabajo. Ah, pero este asunto dionisíaco, ¿cómo les explico? Dolores de cuerpo, estrés que provoca dolor, exceso de trabajo que provoca dolor, condiciones físicas (de la columna o cadera o sepadiosquécosa) que provocan dolor... Con permiso, voy por un Advil.