¿Y la lealtad?
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Escribí esto hace algún tiempo. Sigue vigente en mi sentir y actuar. No seré así la mejor amiga para muchos, pero es lo que ofrezco, lo que mi convicción aporta.
No es necesario que yo esté de acuerdo contigo para poder estar contigo. Si creo que te has equivocado, no te defenderé, pero sí te acompañaré. No participaré en culparte, pero, si así lo deseas, te diré lo que alcanzo a ver desde mi perspectiva en cualquier situación. Si te has equivocado y eres mi amigo, tendrás mi lealtad para acompañarte y mi mirada con total honestidad. Si por allí dicen algo de ti y no tengo nada que decir por no saber lo suficiente de la situación, no diré nada. Tener mi lealtad significa que, si tú me pides mi opinión, te la daré completa, abierta y sin filtros. Significa que no diré nada de ti que no te he dicho o que no te diría de frente. Significa que antepondré siempre el hecho y derecho que tienes de construir tu vida y tu mundo desde tu comprensión y alcance y si es distinta a mi manera (lo cual seguramente lo será), así sea. Discutiré contigo, no porque desee que cambies tu parecer, sino porque es un ejercicio que lleva a la conciencia, a mí conciencia. Te cuestionaré siempre. Si no discuto contigo puede ser que ya no me importa tanto la relación que tenemos, o teníamos. Si eres mi amigo, si te quiero, mereces mi atención y mi aceptación. No tenemos que estar de acuerdo. Y no, no espero lo mismo de ti. Solo puedo esperar que cada persona haga el ejercicio de entender su propio estilo de lealtad.