SEMANARIO: Una a la semana / Anuncio del placer
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Algunas mujeres son tímidas y sólo emiten un ligero, timorato y decente pujido entrecortado, las románticas sólo suspiran y suspiran una y otra vez. Las mustias hacen como que no les gusta pero en el fondo bien que les encanta y se aguantan las ganas de gritar como locas cambiándolas por uno que otro ¡ay!, ¡ay!, rico, ¡sigue así! Y las cachondas y salvajes como yo no paramos de gritar y arañar todo cuanto esté a nuestro alcance, llegamos al paroxismo del propio placer y damos vueltas sobre nuestro propio eje sin dejar de anunciar entre estertores la cumbre de nuestro goce.
En algún momento de nuestra vida todas hemos llegado a fingirlo, nos hemos transformado en unas maestras del engaño en cuanto a orgasmos falsos se refiere, pero no pasa nada, es tan sólo para mantener en alto la autoestima de nuestro garañón en turno y lograr que al menos en esos instantes se sienta Leonardo Di Caprio a bordo del `Titánic'.
Si nosotras llegamos a fingir un orgasmo es por culpa de los hombres, su mente torcida les dicta que todas las mujeres van a gritar y escandalizar como las estrellas de sus películas calenturientas y no, a veces podemos llegar a sentir un orgasmo en cámara lenta, de esos que son como una muerte chiquita, que nunca termina de llegar y te tienen por más de media hora encajando las uñas en la almohada. Otros días andas con las hormonas alebrestadas, con ganas de marcha y te retuerces como chincual en sal, entre gritos y golpes a lo loco, experimentando un orgasmo salvaje que te deja bien relajadita y con ganas de más.
Cada quien va conociendo su propio cuerpo y las reacciones que éste tiene, si de antemano sé que me gusta hacerlo salvajemente, escandalizar y pegar de gritos, no lo voy a hacer en la oficina porque me corren, pero si soy calladita y tranquila, no importa donde lo haga, nadie se percatará de ello.
El orgasmo es el anuncio del placer, es la meta anhelada de toda relación sexual, la cumbre donde se desatarán todos los sentidos y chocarán en todas direcciones, provocando un corto circuito en todas las terminaciones nerviosas de nuestra propia naturaleza. Es una experiencia de una mínima duración, no más de diez o doce segundos, con una intensidad difícil de explicar con palabras. Es una vivencia intensa, placentera, un final en que la sensación es un estado absoluto de no conciencia. Déjate llevar, siéntelo y atrévete a experimentarlo sin culpas. Desde que me atreví a hacerlo, llevo una vida feliz y sin frustraciones de ninguna índole.