El cuento es un viaje muy corto e intenso: Antonio Ortuño
El escritor habló con VANGUARDIA sobre Esbirros, su más reciente libro de cuentos, publicado por Páginas de Espuma.
Antonio Ortuño tardó más de una década en escribir Esbirros (Páginas de Espuma, 2021), aunque en medio dio forma a libros como La Vaga Ambición -con el que obtuvo el Premio Rivera del Duero en 2017- y Olinka. No es que decidiera dejar de lado su escritura, sino que resolvió guardar estos cuentos, añejarlos y destilarlos con calma. El resultado: un libro donde el horror, la violencia, los juegos de poder y una dosis de humor se mezclan en textos que sacuden al lector.
Narrador todo terreno, Ortuño considera que escribir una novela es como construir una casa, mientras que el cuento es un viaje breve y potente. “A mí se me ocurre una idea de cuento, me peleó con ella mucho tiempo y le hago preguntas. Tardo mucho más en escribir cuentos que novelas, aunque parezca extraño”, comenta en entrevista.
“Así es como me relaciono con los cuentos. Es como si hiciera un viaje muy corto e intenso. Los reviso, los desmenuzo y puedo pasarme diez años revisando un cuento, aunque lo haya escrito en dos tardes”, plantea vía Zoom.
Los hilos que unen a los cuentos que integran Esbirros, sin duda, una de las carpetas más longevas en el escritorio de la computadora de Ortuño, son las relaciones de poder. Así que cuando el autor escribía un texto que le parecía que encajaba en ese tono, lo echaba en la carpeta, hasta que se dio cuenta de que ya tenía material suficiente para dar forma al libro.
“Y de repente me pasaba un fin de semana, abría los cuentos, los retocaba, los revisaba, los leía y se volvía a cerrar la carpeta porque tenía un cuento, dos, tres, cuatro, y así fueron creciendo y pues iban pasando por estas etapas de revisión.
“Con La vaga ambición se trabajó de manera muy articulada, muy completa, porque así se tenía que trabajar, había que cuidar al extremo las semejanzas y diferencias de los cuentos y establecer una línea muy sutil de continuidad, pero mantenerlos como cuentos, porque no es una novela contada en rebanadas. Mientras que en Esbirros era ir acumulando cuentos y luego ir pensando en la arquitectura interna”, detalla el jalisciense.
El más viejo de los cuentos de Esbirros se titula Escriba, pero el índice del libro no tiene que ver con el momento en que se fraguó cada texto. Como buen melómano, que viene de la cultura de los LP’s y no de la del playlist, Ortuño decidió separar el libro en tres secciones -Ayer, Hoy, Mañana- y ofrecer un orden de lectura que se mueve entre historias que podrían situarse en Las mil y una noches, hasta una suerte de epílogo ciberpunk.
“Cuando ya tenía todos los cuentos o suficiente material, descarté un texto y lo sustituí por otro. Luego me pasé entre seis y siete meses revisándolos, leyéndolos en voz alta y trabajando sobre todo en el acomodo interno. Claro que quien lea el libro puede leerlo en el orden que se le pegue la gana, pero a mí me gusta hacer una propuesta de lectura y ese es el orden en el que están presentados para que funcionen mejor”, detalla.
Esbirros explora muchas cosas, pero una que destaca es cómo las buenas intenciones pueden derivar en ciertos horrores, pequeños o grandes. Por ejemplo, Tiburón, un cuento sobre la amistad y la lealtad, pero una lealtad profesional y mercenaria, “de que cuando te pasan un sobrecito por cumplir cierta labor puede tener unas consecuencias espantosas”.
Ortuño señala que el libro entero gira en torno a las relaciones de poder, que pueden darse desde la intimidad de la pareja, de la familia, de la amistad, hasta la esfera de lo público y lo político. Son variantes cotidianas fáciles de localizar: “el padre prepotente, la pareja coaccionadora y medio terrorista, los hijos ingratos”.
“En todo ese abanico enorme que va desde lo individual y desde lo íntimo, hasta lo social y lo público, están presentes las relaciones de poder, que distorsionan la vida de todas las personas. La naturaleza humana en realidad reposa en esas arbitrariedades, en esos dobleces, en esos fracasos éticos continuos y me parece un tema absolutamente literario y dignísimo de escribir de él y es lo que más me interesa”.
La portada de Esbirros puede parecer muy familiar a los lectores, pues la imagen es parte de un meme viral que surgió en el verano de 2019: un gato blanco detrás de un plato de ensalada, al que le grita una mujer. El autor fue quien pidió que se usara en el diseño del libro.
“Mandé la foto del gato porque capturaba perfectamente el espíritu que quería. Es mi segundo meme favorito, sólo me gusta más el meme del perro grande y el perro chico, pero no era aplicable a Esbirros. El gato permite jugar con esta expresión, un poco de arte pop, de resignificar a un rockstar de las redes, pero es un rockstar de las redes que además en este momento ya no existe”, relata el autor de El buscador de cabezas.
El narrador confiesa que no es el tipo de lector que se identifica con Superman o Wonder Woman, con “toda esta pretensión de adoctrinamiento moral”, sino con los personajes oscuros.
“Me gusta el héroe o la heroína que se sobreponen a ser unos hijos de la chingada para hacer una o dos cosas buenas. Ese es el tipo de héroes que tienden a agradarme. El héroe que va dando catedra por todos lados me parece abominable”.
En los cuentos de Esbirros también hay espacio para el sentido del humor, pues en la literatura, como en el mundo, “todo está lleno de esa serie de matices que convierten las cosas muchas veces en absurdas, en ridículas, que convierten aparentes victorias en derrotas terroríficas, pero que también hacen afables los fracasos”.
“Hay situaciones tan excesivas y radicales en otros de los relatos que, claro, la herramienta no es el humor, sino la sátira. Hay cosas que resuelves con un martillo y otras con un desarmador o con unas pinzas. No es una herramienta universal, pero siempre hay una especie de trasfondo que es de donde viene la sátira, que tiene que ver con el escepticismo y con un cierto fatalismo que reconozco muy bien. Es decir, yo no tengo tantas esperanzas en la naturaleza humana y eso se refleja de manera trágica en algunos de los relatos y en otros de los cuentos de una manera un tanto más sonriente, aunque siempre tiene cierto trasfondo un tanto amargo”, concluye.