Imparte charla sobre las representaciones de la muerte a través de la historia de México

Artes
/ 13 febrero 2022

La historiadora Gabriela Román Jáquez compartió en el Recinto de Patrimonio Cultural Universitario datos sobre la relación de la muerte como símbolo y ritual con los mexicanos a lo largo de los siglos

“La muerte es algo que nos ha perseguido siempre, probablemente es por la historia del país, una historia de mucha violencia”, explicó la historiadora Gabriela Román Jáquez en su conferencia “La muerte en el imaginario de los mexicanos”, que impartió el pasado 10 de febrero en el Recinto de Patrimonio Cultural Universitario.

Ahí abordó las representaciones que se le han dado a la muerte a través de la historia en México. Ya sea en la literatura, el arte, el cine o las tradiciones, la muerte ha ocupado un lugar en el imaginario de los mexicanos y por ende en los elementos culturales. Esto lo podemos seguir observando, tal es el caso de los participantes en los Juegos Olímpicos de Invierno, quienes llevaron en su vestuario una calavera que hace alusión a la catrina, lo que nos indica que la muerte es un elemento tan arraigado a la cultura que ya forma parte de nuestra identidad.

“Algo que ha menudo pensamos es que estas tradiciones vienen de las culturas mesoamericanas, cuando en realidad es una combinación de la europea esencialmente cristiana con la cultura mesoamericana que al fusionarse van a crear este mundo que Juan Rulfo le llama “sobrenatural” [así llamaba a México]” comentó la académica.

Asimismo, mencionó que esta transculturación fue la que enriqueció al culto a la muerte deviniendo en lo que ahora conocemos: “Yo siempre digo que dios los hizo y ellos se juntaron porque las dos culturas tenían un culto a la muerte. Siempre pensamos que la cultura europea y la mesoamericana eran muy diferentes, contrarias. Sin embargo, esto no era así al menos en el caso de la cultura náhuatl [...] Cuando llegan los cristianos y les enseñan todas estas ideas nuevas a los indígenas, no les resultaron muy extrañas en algunos aspectos, entre ellos el culto a la muerte. La única gran diferencia fue la de alimentar a los difuntos, fue algo que les molestaba mucho a los frailes, pero finalmente se impuso la tradición de llevarles alimentos y después comenzaron a hacer calaveritas de azúcar, una práctica que es de la época colonial, con las cañas de azúcar que exportaron los españoles se les hicieron dulces a los muertos, porque aquí no había azúcar [...] el culto a los difuntos se enriqueció con la llegada de los europeos”.

En el siglo XIX José Guadalupe Posada va a inmortalizar a la famosa catrina con sus ilustraciones, la cual era una critica social hacia las clases bajas que se querían parecer a la clase alta “Posada fue muy ingenioso al vestir a las calaveras con la intención de una sátira política, con la catrina creó una nueva manifestación cultural, probablemente sin darse cuenta. Después lo retomó Diego Rivera a mediados del siglo XX, un artista con mucho poder político y económico, quien se va a dedicar a rescatar estas calaveras con sus murales el más famoso fue el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, agregó Román Jáquez.

Por su parte, la literatura fue otra disciplina en la que podemos encontrar a la muerte, en algunas de las obras más importantes de la literatura mexicana en el siglo XX se habla recurrentemente de ella, tal es el caso de la novelas y cuentos de Juan Rulfo ‘Pedro Páramo’ y ‘Diles que no me maten’, así como ‘El laberinto de la soledad’ de Octavio Paz.

“Juan Rulfo fue un escritor que le dedicó varios de sus relatos a la muerte, por ejemplo, con su novela ‘Pedro Páramo’, la cual es quizá la obra más acabada, pero para mí, su obra más explícita, más cercana a lo que vivimos nosotros en el día a día en México respecto a la muerte es su cuento ‘Diles que no me maten’, su primer cuento que hace alusión un poco a la muerte de su papá [...] también lo logra con el relato ¿No oyes ladrar los perros? es alusión a la muerte [...] después Octavio Paz en ‘El laberinto de la soledad’ también lo hizo, muy a su manera le dedicó una buena parte de su libro a la cuestión de la muerte” concluyó.

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