Amén...
COMPARTIR
TEMAS
“No digas nada a tus padres”, le pidió Alonso Garza Treviño, obispo de Piedras Negras, al seminarista Roberto Javier Calzada Tamez. Éste le había contado los abusos sexuales que sufría de parte del Juan Manuel Riojas, alias el “Padre Meño”, rector del Seminario en Piedras Negras. Y como no pasó nada, el depredador continuó con sus abusos.
Pasaron años de un silencio oprobioso hasta que dos de los afectados lo denunciaron penalmente. La autoridad consiguió una orden de aprehensión, pero el “Padre Meño” ya había huido. El Obispo de Piedras Negras fue denunciado también por el probable delito de encubrimiento. El Obispo emitió un comunicado donde acusa a medios de comunicación y redes sociales de mal informar y no decir la verdad.
“En algunos medios de comunicación y redes sociales se han publicado informaciones falsas, tergiversadas y muchas veces con mala intención contra personas e instituciones de nuestra Iglesia”.
Reconoció que cuando recibió la denuncia contra el “Padre Meño” por “conducta inadecuada” –vaya forma de definir la pedofilia–, el caso se envió al Vaticano. Allá tampoco sucedió nada. De denuncias penales en todos esos años ni hablar. Estamos, pues, ante solo uno más de los nuevos escándalos de ataques de pedofilia sacerdotal.
Pero hagámonos la pregunta: ¿cómo una iglesia que tiene su punto focal en la adoración del nacimiento de un niño divino produce sacerdotes que depredan a niños inocentes y, por supuesto, también a los líderes que los protegieron? ¿Qué sucede con su fe cuando los que hablan por Dios violan a jovencitos o protegen a quienes los violaron? ¿Qué sucede con la fe de las familias de los jóvenes abusados?
¿Cómo voltear la cara y hacer como si nada pasara cuando la misma mano sacerdotal que ofrece la Eucaristía, el pan y el vino que los católicos creen que es el cuerpo y la sangre de Jesús, también es la mano que abusa de un jovencito?
Sé que estas preguntas por su naturaleza son hostiles a toda la noción de fe, una fe que requiere la creencia inquebrantable y coloca la responsabilidad sobre el creyente. En lo personal, no creo que la fe venga en grados –se tiene fe o no–, por lo que las dudas planteadas por este escándalo de pedofilia en Piedras Negras tendrán efectos a largo plazo sobre la Iglesia.
Y es que un cristiano tiene fe en la redención y a menudo se les dice que deben mirar más allá del mal y ver el bien, porque el bien es la realidad última. Pero es difícil ver lo bueno de la Iglesia cuando se conocen casos como éste. Yo acepto que la pedofilia no es el resultado de la frustración sexual, por supuesto; hay muchos pedófilos fuera de la Iglesia y muchos sacerdotes que no son pedófilos.
Pero la frecuencia del problema dentro del sacerdocio requiere que la Iglesia Católica enfrente el conflicto entre sexo y religión de una manera directa. Quizás, una parte de la crisis actual es el conflicto entre el sexo y la religión. Tanto como las denominaciones tradicionales han tratado de separar los deseos de la carne de los deseos del espíritu, los dos se niegan a permanecer separados.
De hecho, parecen ser lados diferentes de la misma moneda. Si la fe en Dios es una expresión de una conexión espiritual con algo más grande que tú mismo, algo que no te dejará, entonces es similar a la conexión física con otro ser humano que sucede en el sexo. Tanto experiencias sexuales como religiosas llenan el vacío humano y desencadenan profundos sentimientos de unión. No es casualidad que la negación de uno produzca una obsesión enferma con el otro.
Hoy mismo, el celibato, tal como se practica por orden de la jerarquía de la Iglesia Católica, es antinatural y una invitación a la perversión. No es tanto que la Iglesia esté llena de sacerdotes totalmente malos, sino que los sacerdotes se ven obligados a practicar una mala disciplina, una que ni siquiera es una doctrina bíblica.
Como en la película “Amen” del gran director de cine Costa-Gavras, estamos ante un caso para que un delito primero se ocultara y, segundo, se siguiera cometiendo. Una prueba más del silencio de una Iglesia que merece una mejor suerte, una Iglesia capaz de iluminar muchas vidas en un mundo vacío, gobernado por el dinero y la ambición, y en donde afirma la pobreza, las injusticias, la violencia y la desigualdad. Amén o lo que es lo mismo, que así sea.
@marcosduranf