¿Cruz o cara?
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Sólo con entusiasmo puede transformarse una realidad llena de desaliento en un destino siempre luminoso y triunfante
Henry Ford pensaba que el entusiasmo era la esencia para alcanzar todo sueño, representa la fuerza misteriosa que hace posible lo imposible, en sus propias palabras: “El entusiasmo es la luz en vuestra mirada. Es caminar con paso firme. Es la energía al dar la mano. El entusiasmo es la irrefrenable voluntad y energía para hacer realidad las ideas. La gente con entusiasmo es luchadora. Tiene la fuerza. Tiene el tesón. El entusiasmo es la base de todo. Con él hay triunfo. Sin él, sólo excusas”.
Comento lo anterior dado que hoy abunda el desaliento, la desesperanza y pareciera que los problemas emergen por doquier; entonces, es necesario encontrar y abastecernos de entusiasmo para tener una actitud de búsqueda, lucha, dedicación y entrega en las labores que hay que emprender. Requerimos entusiasmarnos de la vida y de las razones de alegría que de ella emanan.
ALIENTO DIVINO
La palabra entusiasmo proviene del griego “entheos”, que significa “Dios está en ti”, o “lleno de Dios”. Con el auxilio del entusiasmo, las personas podemos elevarnos, precisamente, hacia Dios. Este concepto no es fácil de asimilar, pero en términos generales podría decirse que es una forma de vida, una actitud mental muy vigorosa que no es fácil conseguir, y es, además, difícil de conservar.
Bien lo apunta Stephen Covey: “el entusiasmo está profundamente arraigado en la capacidad de elegir, no en las circunstancias. Para quien siente entusiasmo, la mejor manera de predecir el futuro es crearlo”.
El entusiasmo es “la fe puesta en acción”, se asemeja a la luz y el fuego que emana de una vela, es un estado de fe, de afirmación de sí mismo. Quien lo tiene posee la capacidad de enfrentar con éxito los contratiempos, las dificultades, ya que el entusiasmo es acción y transformación, es la reconciliación entre uno mismo y las circunstancias vividas, razón por la cual una persona entusiasta encuentra gratificación en todo lo que emprende.
La persona entusiasta tiene el poder de mirar el lado positivo de la vida y de continuar caminando a pesar de todo. El entusiasmo produce alegría. Alegría que se contagia y esparce; de igual forma, el desánimo, como un maligno cáncer, genera postración, cansancio, desilusión. Negatividad.
CAPACIDAD EXTRAVIADA
Uno de los saldos negativos de la vida contemporánea es, precisamente, que las personas tendemos a perder el entusiasmo muy de prisa, fácilmente. Es común vivir desanimados. Basta mirarnos: nuestros rostros se han vuelto rígidos, “encartonados”, calculadores, preocupantes, desganados, inclusive aburridos.
Preguntémonos: ¿Por qué el agobio? ¿Por qué tanta estrechez de alma? ¿Por qué ahora que abunda la diversión, el ruido y tantos medios, la gente se hastía muchísimo? ¿Por qué personas que lo tienen todo, al anochecer se percatan que fueron incapaces de sonreír, de ser amables?
No conozco la respuesta, pero insisto: las preocupaciones cotidianas, junto con la rapidez en que vivimos, el aburrimiento, la susceptibilidad de ser manipulados por la negatividad y el temor de existir a plenitud, han secuestrado nuestra capacidad natural para entusiasmarnos y por tanto de iluminar a los demás.
REÍRSE…
Creo que una persona es entusiasta cuando sabe agradecerle a la vida por lo que tiene, pero también por lo que no posee. Cuando aprende a dar y también a servir. Cuando se siente más niño y menos adulto. Cuando es menos solemne. Cuando opta por la serenidad y no por las preocupaciones. Cuando se hace eso que ama o aprende a amar lo que emprende. Cuando se ríe de sí misma.
¿CUESTIÓN DE SUERTE?
Para demostrar que tan susceptibles somos a la predestinación o al pesimismo, analicemos la siguiente historia: “hace muchos años un general intentaba expulsar a unos invasores de su país. Pero sus soldados estaban muy desanimados ya que un vidente profetizó que estaba escrito que perderían esa batalla y esta fatídica sentencia se esparció como pólvora en el ejercito.
“Al enterarse el general de esta situación convocó a sus ofíciales para decirles: ‘He sabido sobre la fatal profecía, pero yo voy a pedir al cielo que me augure el futuro de esta contienda. Haré un volado, una apuesta. Tiraré una moneda lo más alto posible. Si sale ‘cara’, ganaremos; si sale ‘cruz’, perderemos. El desenlace de la guerra estará en manos del destino’.
“Todos miraban con atención, entonces el general arrojó la moneda al aire, ¡y para alivio de todos salió ‘cara’! Entonces el entusiasmo súbitamente entró de lleno al corazón de sus soldados infundiéndoles valor. Así, lucharon sin temor y finalmente súbitamente ganaron la batalla.
“Después, un consejero del general le comentó cuan osada había sido tal apuesta, pues pudo haber salido cruz. El general asintió, pero le mostró la manera de cambiar el destino: la moneda que había utilizado ¡tenía ‘cara’ en ambos lados!”.
La historia es clara: como pensamos es como actuamos y es lo que a fin de cuentas determina el desenlace de nuestra vida.
DUEÑOS DEL ESFUERZO
Entonces, ser entusiasta representa un estilo de vida, una forma de ser. Quien es entusiasta ha comprendido que el cielo asiste a la persona que sabe poner el alma en el ruedo, que siempre emprende apasionadamente.
El entusiasmo genera un efecto multiplicador: indudablemente, el ánimo produce más ánimo. Así pues, quien se obstina por la dureza encontrará dureza, quien anda abatido, más desánimo recoge en su andar. Quien persigue la alegría, dando sonrisas, encontrará más alegría. La persona que vive anclada a las dificultades, al pasado amargo o al futuro preocupante, se avinagra y luego, este avinagramiento, inevitablemente, lo transpira en el ambiente en donde vive o trabaja.
La persona animada sabe que le pertenece el esfuerzo emprendido, pero no el fruto de su sudor. Es quien ha aprendido a “cambiar su destino”, evitando dejarse atrapar por la fatalidad.
QUE…
¿Cómo animarse en este endiablado mundo? Paulo Coelho ha escrito algo que me parece adecuadísimo al tema:
“Aprendí –dice– que la vida, sin importar lo buena que sea una persona, ella te va a herir de vez en cuando, y tú habrás de perdonarla. Que lleva años ganar la confianza de alguien, y unos pocos segundos destruirla. Que no tendremos que cambiar de amigos si comprendemos que los amigos cambian. Que las circunstancias y el ambiente tienen influencia sobre nosotros, pero que nosotros somos responsables de nosotros mismos. Que o tú controlas tus actos, o ellos te controlan a ti. Aprendí que héroes son aquellas personas que hacen lo que tienen que hacer, y saben enfrentar las consecuencias. Que la paciencia requiere de mucha práctica. Que existen personas que nos aman, pero que sencillamente no saben cómo demostrarlo. Que algunas veces la persona que crees te va a dar el golpe de gracia cuando estés caído, será una de las pocas que te ayuden a ponerte de pie. Que sólo porque una persona no te ama como tú quieres, no significa que no te ama lo mejor que puede. Que nunca se debe decir a un niño que los sueños son tonterías: sería una tragedia que creyera tal cosa. Que no siempre basta con que otros nos perdonen. La mayoría de las veces tenemos que perdonarnos a nosotros mismos. Que no importa en cuántos pedazos se nos haya roto el corazón; el mundo no se detiene a esperar que lo compongamos”.
EL ELIXIR
Si siguiéramos esos consejos, tendríamos una existencia más optimista, repleta de entusiasmo. Inclusive podríamos encontrar el elixir de la vida en cada apuesta, en cada elección, en cada camino a transitar, en cada encuentro, en cada sueño que decidamos emprender, pues estaríamos ciertos que siempre lanzaríamos una moneda poseedora de una misma cara: la de un destino triunfante, colmado del sentido que sencillamente hayamos resuelto otorgarle.