El séptimo día
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Y así comienza. Apenas una semana le ha bastado al empresario Donald Trump para intentar imponer su visión torcida del mundo. Su guerra de palabras contra México y los mexicanos ha tomado un oscuro giro, pues ya no son sólo palabras y si a alguien tuvo alguna vez la duda de que no deberían de tomársele literalmente, ya demostró que no es así.
En una semana en la Oficina Oval, Trump anunció planes para imponer un impuesto del 20 por ciento sobre las importaciones mexicanas, prometió retener fondos federales de las llamadas ciudades santuarios, dio los primeros pasos para construir el muro fronterizo que no ha sido necesario en 200 años de relaciones y señaló que triplicaría la mano de obra de seguridad fronteriza y vigorosamente iría tras inmigrantes indocumentados en ese país.
Esta amenaza absurda, emitida como una propuesta para cubrir el costo de un muro fronterizo, se produjo pocas horas después de que el presidente de México, Enrique Peña Nieto, cancelara una visita a Estados Unidos. La visita suponía el mejoramiento y la distensión de la relación entre los dos países, profundamente tensada por su implacable campaña presidencial.
Su visión respecto a inmigración y el comercio con México está en blanco y negro. Es como si no existieran beneficios para los estadounidenses de ambos temas. Sí, hay costos asociados con la inmigración indocumentada, pero la mayoría de los estudios creíbles apuntan a ganancias económicas netas, entre ellas, bienes y servicios que son más asequibles debido a la presencia de estos inmigrantes y también gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
En menos de una semana en el cargo, el presidente Trump creó el espectro de un grave conflicto con su tercer socio comercial. Pero permitir que esta visión impulse el comercio y la política exterior hacia México podría tener consecuencias desastrosas para los trabajadores y consumidores de ambos países, dada la estrecha relación entre las dos economías desde que entró en vigor el TLCAN en 1994.
El TLCAN eliminó la mayoría de los aranceles y otras barreras comerciales entre Canadá, México y Estados Unidos, creando un mercado del tamaño de un continente entero. El acuerdo creó cadenas de producción de automóviles, aviones y otros artículos que cruzan las fronteras y proporcionan millones de puestos de trabajo a los tres países.
Así que imponer un arancel a México significaría retirarse del tratado, un movimiento que perjudicaría gravemente el flujo de partes y bienes en toda América del Norte y podría eventualmente afectar la producción en fábricas en Estados Unidos y Canadá. Ante una acción así, nuestro País tomaría represalias con tarifas propias. Y no importa cómo el Congreso de los Estados Unidos haya intentado estructurar el arancel, probablemente seguiría violando las reglas de la Organización Mundial del Comercio.
Así que salir de Tratado podría conducir a la escasez de verduras frescas y frutas en las tiendas de abarrotes estadounidenses, y aumentar el costo de muchos otros bienes de consumo de México. Nuestra economía, que depende enormemente del comercio estadounidense, podría ser afectada, al igual que las empresas y los trabajadores estadounidenses que también podrían sufrir daños inmediatos. Al final todos perdemos.
La falta de respeto hacia México ha sido palpable. El muro, la absurda idea de que nosotros paguemos por él y los impuestos a los productos provenientes de México han intentado amedrentarnos, pero todo esto es inaceptable porque la dignidad y la soberanía no son negociables, jamás lo serán.
La prudencia y la templanza hoy son más necesarias que nunca. Nos guste o no, esta relación es muy importante y va más allá del simplismo que a veces se expresa de dejarla de lado, porque también, nos guste o no, geográficamente nos tocó ser vecinos del imperio más grande que el mundo ha visto en los últimos 100 años.
Así que nos podemos decir de todo con ellos, pero lo único que no podemos hacer es dejarnos de hablar. Aun así, y a pesar de la mejor disposición que se pueda tener para entablar y seguir con las vías de comunicación abiertas, resta esperar, pues todo lo que le he relatado sucedió en apenas una semana y en el séptimo día. Todo fue confusión y caos.
@marcosduranf