Como atravesar la humillación del fracaso de una manera ecológica y amorosa sin querer morir en el proceso
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El tema del fracaso no es solo por la edad, sin embargo, y créanme que la vida siempre será más amorosa y llevadera sin imponernos cargas imposibles
Todos hemos fracasado en algún momento. Algunos fracasos son fortuitos, accidentes, cambios en factores (tal vez incluyendo el movimiento de los astros y otros eventos, como eclipses, por ejemplo). Y algunos son por no habernos echado para atrás a tiempo (o sea, por pendejos). En mi caso, mis fracasos casi siempre van teñidos de un sobresfuerzo estimulado por la esperanza de que todo saldrá bien, un exceso de confianza en mi habilidad de “aguantar” y esperar lo mejor. Enfrentarnos a un fracaso a veces es como estar sobre las vías del tren con un tren de carga acercándose de frente a nosotros. Tenemos de dos. O nos quitamos, sin importar lo que eso significa en cuanto a pérdidas, o nos mata. Podemos mirar el quitarnos como fracaso, y tal vez sí, pero es un fracaso que nos salva, ¿de qué? Nos salva de tragedias que suceden por insistir en que vamos a poder con algo con que no vamos a poder. Quitarnos pone fin al riesgo, dejando probablemente daños que resarcir, daños que tienen un límite y un final, terminan, dejándonos libres. Sí, acabo de decir que fracasar nos hace libres. En muchas instancias sí.
Tal vez hablo de algo similar a revisar clósets y cajones y gabinetes para deshacernos de lo que ya no tiene significado ni aplicación en la vida de hoy. La ropa y las situaciones, y hasta las relaciones, ya nos quedan chicas o grandes o han caducado. Todo esto que alcanzo a ver y decir hoy surge de un lugar privilegiado, desde los años vividos y el acercamiento a la vejez. Ya sé que harto con el tema, pero va siendo muy importante y solo puedo aportar desde el lugar donde me encuentro. El tema del fracaso no es solo por la edad, sin embargo, y créanme que la vida siempre será más amorosa y llevadera sin imponernos cargas imposibles, o aprendiendo a soltar esas cargas al darnos cuenta de que nos causarán más problemas que gozo. La vida es para vivir, no para sufrir. Y para dejar de sufrir, a veces tenemos que bajar el pico y entrarle a la “humillación” de fracasar.
Encuesta Vanguardia
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