El corazón de Alejandro: un hogar para los lomitos sin dueño llamado Cachorros SLW

Su gusto por los perros ha llevado a Alejandro a realizar una gran labor en favor de la salud pública, que ahora es reconocida en la sociedad. En solo dos años, este animalista ha logrado rescatar de las calles y dar un hogar a más de 200 lomitos

  • 17 diciembre 2023
Alejandro Verduzco Villarreal
Alejandro Verduzco Villarreal

Antes de que llegara “Ceviche”, y los más de 40 perros que hay en su albergue, Cachorros SLW, Alejandro Verduzco Villarreal ya era un apasionado de los caninos, desde que nació.

Tanto que, en la casa familiar, sus padres, quienes también tienen un aprecio muy especial por los perros, llegaron a hospedar hasta nueve cachorros de todas las razas, tamaños y colores.

“Toda mi familia respeta mucho a los animales, respeta mucho a los perros”, dice.

$!En 2022, Alejandro se independizó, y lo primero que pensó fue en buscar a un compañero canino, ahí llegó Ceviche.

Pero quizá el mayor triunfo de Alex, además de establecer este refugio, que ha alcanzado una singular popularidad en redes sociales, es haber hecho conciencia sobre el respeto a los animales y la naturaleza en general entre la comunidad saltillense.

Su historia se remonta a 2022, cuando Alejandro, que había dejado la casa paterna y deseaba tener una mascota propia, sufrió una estafa al tratar de comprar un perro golden retriever por Internet.

“Nunca me llegó el perro, se quedaron con el dinero”, narra.

Alejandro había estado buscando una mascota durante semanas cuando se encontró con “Ceviche”, un San Bernardo como el simpático perro de la película “Beethoven”. Relata que viajaba por una carretera y a las orillas, justo a la entrada de un rancho, miró a un perro grande que andaba vagando, como perdido.

Preguntó al guardia por aquel can y este le contó que unas personas en un coche lo habían dejado abandonado a su suerte, en medio de la autovía.

“Lo recogí, lo bañé, lo operé y me lo traje a mi casa”, cuenta.

Desde ese momento, se enamoró de aquel ejemplar blanco con manchas cafés y negras; lo adoptó y le puso por nombre “Ceviche”.

$!Ceviche llegó a la vida de Alejandro por accidente, desde entonces se volvieron mejores amigos y cómplices para ayudar a otros compañeros caninos.

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“Me lo imaginé muy diferente. Era muy agresivo al principio, muy traumado que dejaron al perro; pero después que vio que yo le empecé a dar de comer y que le di agua, casa, se volvió súper cariñoso conmigo”.

Desde entonces, cada que paseaba por las calles y veía a un perro trotamundos, se le contraía el corazón y lo adoptaba. Así rescató a uno y otro, y otro perro sin dueño o, como dicen los animalistas, perro con dueño irresponsable.

Los recogía, los subía a la caja de su camioneta, los llevaba a casa, los bañaba, les daba de comer, los operaba, los desparasitaba y les conseguía casa, una familia que los quisiera, con previo diagnóstico.

“Ahí me empezó a gustar todavía más lo de la adopción y lo agradecidos que son los perros”, dice.

DE LA CALLE AL HOGAR SOÑADO

Al principio, cuando su casa se veía atestada de mascotas, solía llevarlos a las obras donde trabajaba. Alex es ingeniero civil, y ahí los dejaba, hasta que les encontraba acomodo.

Viendo el problema de salud que son los perros de la calle, y que cada día crece más y más, tuvo la idea, en 2022, de montar el albergue para perros en situación de abandono.

“Era demasiado el movimiento que tenía de perros. Ahora sí que todo esto nació por amor y fueron caminando las cosas”, detalla.

Consiguió un terreno donde instaló casas y comederos para los canes, un predio desde cuyo exterior la gente, unos 100 transeúntes pasan por ahí cada hora, ha podido observar su labor.

“Empecé a mover perritos para ahí: puse lonas, planté árboles, les puse casitas; en vez de tierra, grava. La gente lo ve, sube historias, nos conoce un poco más”, comenta.

Viendo que más y más gente lo buscaba en sus redes sociales, Alejandro decidió abrir una página de Facebook, donde publicaba los casos de los perros que rescataba de las calles y ponía en adopción.

“Era gente que quería adoptar o llevar a sus perros que ya no querían al albergue”.

Por ello, dice que su albergue se ha vuelto uno de los más conocidos y socorridos de la ciudad. No obstante, ha debido sostener su altruista labor con recursos propios y la ayuda de algunos bienhechores, lo que le ha valido el reconocimiento de la sociedad.

“Tratamos de buscar donaciones de donde caiga, a veces pedimos, a veces caen, personas nos buscan para darnos alimento. Hay donaciones desde 20 pesos hasta dos mil o tres mil pesos”.

Los resultados: haber dado en adopción a cerca de 200 lomitos, en estos dos años como rescatista. La mayoría fueron criollos y algunos de raza como husky y pitbull, los típicos perros que son bonitos cuando cachorros, pero que una vez crecen son rechazados por sus dueños.

“Crecen y la familia ya no los quiere, comen mucho, las popós están muy grandes. Mucha gente me busca para ir a tirar a sus perros ahí, obviamente no”.

Lo que había comenzado como un hobby se convirtió en una gran labor social. Cada uno de los perros que han transitado por el refugio han dejado profunda huella en el corazón de Alejandro; unas veces de tristeza, cuando los ha visto morir, otras veces de alegría, cuando le han mostrado su agradecimiento.

$!Alejandro Verduzco se encarga de los rescates, lleva a los perros con el veterinario y posteriormente los lleva al albergue, en donde los cuida hasta su adopción.

En dos años de trabajar como rescatista, ha visto morir a más de 30 chuchos: “Lobo” y “Rex” son los que más recuerda.

“Yo creo que nunca te vas a acostumbrar. Con todos he llorado, se siente muy feo eso. Ver a un perro muy enfermo y tener que decidir si sacrificarlo o no, dices: ‘¿quién soy yo para decidir eso?’

“Uno se destruye con esas cosas, feo, feo, y uno en lo único que se queda pensando es: de vivir en la calle, le di un hogar, comida, tratamientos, amor, todo. Hice lo que pude”.

Los ha acompañado en sus recuperaciones cuando ha tenido que llevarlos al veterinario, y en sus agonías, cuando ha tomado la difícil decisión de ponerlos a dormir para evitarles mayor sufrimiento.

Ha elegido por compañeros a cinco de sus perros más queridos, todos rescatados de las calles, con quienes suele jugar y platicar a su regreso de una difícil jornada de trabajo.

Hoy, su anhelo, contrario a lo que podría pensar la mayoría de la gente, no es que su refugio crezca, que se haga más grande, sino más chiquito, cuando por su labor de hacer conciencia en la comunidad, haya menos perros en las calles.

Y en esto, Alejandro dice que no piensa parar.

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